Mis dos libros están basados en la piratería moderna, pero son novelas; historias de ficción. Sin embargo, España ha tenido actuaciones sobresalientes en el campo de la lucha contra la piratería y no me he podido resistir a hacer un pequeño homenaje a una de las más destacadas.
España lleva participando en Atalanta, la misión europea de lucha contra la piratería, desde que se creó y de forma ininterrumpida. La operación Atalanta nació como la respuesta de la comunidad internacional al grave problema de la piratería en el Índico y el Golfo de Adén, es decir, las aguas cercanas a Somalia. En base a varias resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, la Unión Europea ofreció una fuerza naval para proteger al tráfico vulnerable en la zona en lo que sería la primera misión de una fuerza bajo bandera UE.
Una de las principales características de la operación Atalanta es la enorme zona de operaciones que abarca desde el Estrecho de Bab el Mandeb hasta más allá de las Islas Seychelles. Para hacernos una idea, toda Europa cabría dentro de este enorme espacio.
Los personajes
En septiembre de 2011, en pleno auge de la piratería somalí, la Armada tenía desplegado en la zona al Buque de Asalto Anfibio Galicia. Alguno se preguntará qué hacía un barco anfibio allí y la respuesta es sencilla. Aunque están diseñados para realizar desembarcos de grandes unidades de infantería de marina, los anfibios tienen ciertas ventajas sobre otros barcos. Primero, cuentan con una mayor capacidad de llevar personal, lo que les permite embarcar más gente, por ejemplo, para apoyar al almirante al mando de una fuerza. Y también suelen estar mejor preparados en cuanto a equipos de comunicaciones y otros para llevar a cabo estas tareas. Pero, para lo que nos interesa, tienen una mayor capacidad aeronaval. Su gran hangar y sus dos puntos de toma le permiten operar con helicópteros más grandes y con mayor frecuencia.
Tengamos en cuenta que una fragata, aunque tenga dos hangares como las clase Santa María, no puede tener a dos helicópteros en el aire si solo tiene un punto de toma. Esto es para asegurar que, en caso de emergencia, ambos puedan tomar. Como veremos, la actuación del helicóptero fue clave en esta operación.
El Galicia llevaba a bordo a un equipo de la Fuerza de Guerra Naval Especial. La FGNE es la heredera de la Unidad de Operaciones Especiales de Infantería de Marina y los buceadores de combate de la Armada. Es decir, son nuestros particulares Navy SEALs. Y os aseguro que no tienen nada que envidiarles. Los equipos de operaciones especiales suelen estar compuestos por una docena de hombres apoyados, según la ocasión, por expertos en comunicaciones, embarcaciones, explosivos o cualquier otro asunto.
Además de nuestros particulares hombres rana, el Galicia contaba con dos vetustos helicópteros SH-3 Seaking de la 5ª escuadrilla de aeronaves. Los Seaking nacieron en dos versiones: una de alerta aérea temprana que, con un enorme radar, se encargaba de avisar de aviones enemigos acercándose; y una antisubmarina que, con un sonar calable, se dedicaba a buscar submarinos.
Con el tiempo, sin embargo, fueron reconvertidos en transportes tácticos y actualmente siguen cumpliendo con esa misión a la espera de ser relevados por los NH-90. Además de ser capaces de aerotransportar a todo el equipo de operaciones especiales, como veremos, la capacidad de los helicópteros de peinar amplias zonas de mar y de poner a un tirador en la mejor posición para hacer su trabajo se demostraron esenciales.
La llamada a la acción
La historia que vamos a contar se desató con una llamada por radio. Aunque se escuchaba entrecortada, el mensaje estaba claro. Un barco estaba sufriendo un ataque pirata.
A pesar de las recomendaciones de evitar la zona de riesgo, una pareja de franceses a bordo de un catamarán a vela se encontraba navegando por el golfo de Adén, cerca de la costa de Yemen entre Al Mukalla y Salalah. El capitán Rafael López de Anca, jefe de la unidad de la FGNE a bordo del Galicia, escuchó la llamada pero, consciente de que había otras unidades más próximas, pensó que su equipo no tendría la oportunidad de actuar.
Un helicóptero del Bayern, un barco alemán, se aproximó a la zona del aviso y se encontró con el catamarán pero, aparentemente, no había nadie a bordo. Se hizo la noche. A la mañana siguiente un equipo del Bayern subía a bordo del Tribal Kat, que así se llamaba el catamarán. Encontraron numerosos agujeros de bala y regueros de sangre. Todo parecía indicar que alguien había resultado gravemente herido, o peor.
Dos días después no parecía haber muchas esperanzas de encontrar con vida al matrimonio Colombo. En unas aguas en las que había secuestros a diario, este podía haber pasado a engrosar una lista demasiado larga de ataques piratas fructíferos. Pero la casualidad quiso que el helicóptero de la Surcouf, una fragata francesa que remolcaba al Tribal Kat, se cruzase con un esquife que le pareció sospechoso. Los esquifes son las embarcaciones locales, alargadas lanchas de madera usadas tanto por los pescadores como por los piratas. Poco después, un avión de patrulla marítima estadounidense confirmaba las sospechas: siete hombres viajaban a bordo de la embarcación y una parte de esta estaba cubierta por una lona. Empezaron a saltar las alarmas. La posición era consistente con la que tendría que tener el esquife pirata que había atacado al catamarán.
Primer acto
Casualidades del destino, el Galicia se encontraba bastante cerca de la posición del esquife. El capitán de navío Cornago, comandante del barco, ordenó una salida de su helicóptero y el capitán López de Anca mandó a varios de los suyos a bordo. La patrulla del aeronave fue exitosa: relocalizaron al esquife.
Inmediatamente, el equipo de operaciones especiales del Galicia se lanzó al agua a bordo de dos rhibs (rigid hull inflatable boat o embarcación semirrígida). Se acercaron al esquife y le hicieron disparos de advertencia para intentar que se detuvieran. Pero la respuesta de los piratas fue una que nadie esperaba: levantaron la lona y mostraron a una mujer caucásica con el pelo blanco y corto. Era Evelyn Colombo, una de los tripulantes del Tribal Kat. La situación acababa de dar un vuelco. Las ROE (reglas de enfrentamiento; instrucciones que se emiten a nivel político y que establecen cómo y cuándo se puede usar la fuerza) del equipo de López de Anca no les permitían actuar en una situación con rehenes.
Imagínate la situación. Con los malos al alcance de la mano, con la rehén a la vista, con todo un equipo de operaciones especiales a sus órdenes y listo para actuar, el capitán López de Anca tuvo que dar la orden de volver al Galicia.
Hay que tener en cuenta que, hasta que los piratas levantaron la lona, los españoles no sabían qué se iban a encontrar. Por lo que les habían dicho los alemanes, podía ser que ambos ciudadanos franceses hubiesen muerto. También podría haberse dado que los piratas hubiesen transferido los rehenes a otra embarcación, como los buques nodriza con los que solían operar, y que ya no tuviesen rehenes a bordo. O incluso que aquel no fuese el esquife que estaban buscando. Pero no. Habían dado con los piratas. Y con lo que quedaba de la dotación del Tribal Kat.
Los operadores españoles volvieron al Galicia descorazonados. El esquife se dirigía a Somalia a toda velocidad y, una vez allí, no era posible rescatar a la francesa. El tiempo corría en su contra.
Segundo acto
Pero aún había un rayo de esperanza. El ejecutivo francés de Sarkozy no estaba dispuesto a dejar que los piratas se fueran de rositas. Una llamada de París a Madrid puso en marcha una enorme y bien engrasada maquinaria al final de la cual estaban los hombres de López de Anca.
«¿Se puede hacer?», le preguntaron al capitán.
No contestó de inmediato. Consciente de la importancia de su respuesta, llamó a sus hombres.
Las respuestas fueron afirmativas. No por nada son los mejores del mundo. Y no por nada habían jurado dar su sangre en defensa de España.
Los hombres de la FGNE recibieron la autorización para usar la fuerza letal en defensa de la ciudadana francesa. Ahora sí. Ahora podrían desarrollar todo su potencial.
El equipo volvió a las embarcaciones. Excepto uno. El tirador. A bordo del helicóptero, una vez más un ángel grisáceo y ruidoso que sobrevolaba la escena, el tirador de precisión apuntó a los motores del esquife. Una pequeña embarcación dando tumbos sobre la mar picada. Un helicóptero vibrando como una atracción de feria. Y unos disparos que podían significar la muerte de una inocente.
El tirador no falló.
El motor de la embarcación se detuvo pero los piratas, milagrosamente, consiguieron volver a arrancarlo. El tirador volvió a hacer fuego y detuvo definitivamente la embarcación.
Las rhibs del Galicia se acercaban. A pesar de los permisos con los que contaba, López de Anca tenía claro que ellos eran los buenos. Primero, disparó al aire. Luego, al agua. Finalmente, recibieron disparos de los piratas y respondieron de la misma manera. Los somalíes, un total del nueve, hicieron zozobrar la embarcación al colocarse todos en la misma banda. El esquife volcó.
El capitán español, sin dudarlo un momento, se tiró al agua detrás de la ciudadana francesa. Casco, fusil, chaleco, equipo de comunicaciones,… Evelyn Colombo se agarró a él. El peso combinado de su equipo y de la francesa, exhausta, les arrastraban al fondo. Por suerte, el chaleco salvavidas se disparó al contacto con el agua y les devolvió a la superficie. Los miembros de su equipo les ayudaron a subir a las embarcaciones.
Uno de los compañeros de López de Anca se tiró encima de la francesa, tan inmóvil que su capitán pensó que estaba muerto o malherido. Estaba protegiendo a Evelyn. La francesa no hacía más que gritar por su marido y, por un momento, pensaron que también podía encontrarse allí. La niebla de la guerra. Christian Colombo había fallecido dos días antes.
El desenlace
Quien piense que ya estaba todo resuelto, está muy equivocado. Tras el tiroteo, el rescate de la francesa y el caos que había reinado, en medio una mar embravecida, los soldados españoles se habían desorientado. Y, lo que es peor, la radio que les permitía enlazar con el Galicia, la que llevaba el capitán, se había estropeado tras su baño en aguas del Índico. Estaban perdidos.
Entonces, una vez más en su versión de ángel de la guarda naval, el Seaking apareció sobre las cabezas de los españoles. No podían hablar con él pero sus intenciones eran claras. Despacio, ajustando su velocidad a la de las embarcaciones, les guio hasta el Galicia.
Parecía que la situación estaba salvada pero todavía tendrían un susto más. Al intentar subir por la escala que colgaba del costado del Galicia, Evelyn Colombo, exhausta tras dos días sin comer, volvió a caer al agua. La francesa se aproximaba peligrosamente a las enormes hélices del barco.
López de Anca no se lo pensó. Total, ya estaba mojado… Volvió a saltar al agua y sacó a Evelyn del agua. Pocos minutos después, todos estaban a bordo del Galicia. Incluidos los siete piratas capturados. Los dos restantes se dieron por desaparecidos.
Rafael López de Anca recibió por sus acciones en el rescate de Evelyn Colombo la Cruz al Mérito Militar con Distintivo Rojo y la Medalla de Oro de la Defensa Nacional Francesa.
¿Te ha gustado esta historia? Pues no te pierdas mis novelas. Inspirándome en las acciones heroicas de los operadores especiales españoles y su lucha contra la piratería, te sumergen en una trama repleta de acción.
Creo firmemente que las Fuerzas Armadas españolas no reciben todo el crédito que merecen por acciones como esta. Por eso he preparado otra entrada del blog con una historia igual de increíble con los operadores de guerra naval como protagonistas. Si quieres enterarte cuando se publique, pincha aquí.
¡Un saludo, dotación!
P.D.: las operaciones contrapiratería, aunque no se lancen misiles ni torpedos, también son parte de la táctica naval moderna. He escrito un libro en el que te cuento todos los secretos. Descúbrelo aquí.
*El grueso de la información reflejada en esta entrada está sacada de la entrevista que concedió el protagonista en El Español.
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Ahora me doy cuenta de que no eres el Federico Supervielle que pensaba. Me sigo alegrando de “haberte descubierto”. Un abrazo
¡Qué grande, de principio a fin!