El 90% del comercio mundial se hace por mar. No nos debería sorprender que el narcotráfico, que por muy ilegal que sea, es comercio, use las rutas marítimas para mover su mercancía.
El método más habitual supone esconder la droga entre cargamentos legales, pero las presiones aduaneras han obligado a los narcos a buscar métodos alternativos. El primigenio fueron las go-fast, literalmente, «ir rápido». Como cabe suponer, estas lanchas basaban su funcionamiento en ser capaces de huir de las fuerzas de seguridad, pero el aumento de medios y capacidades hizo que la presión fuera demasiado alta y, una vez más, los «empresarios» tuvieran que encontrar nuevas formas de introducir la droga en los lugares de destino.
En los años 90 se hacen las primeras pruebas con lo que podríamos llamar narcosubmarinos. Desde el intento de compra de un submarino soviético por un grupo criminal de Florida a diseños artesanales, hubo de todo. Además de la adquisición fallida, se conoce que hubo apoyo de personal procedente de la antigua URSS en el diseño y construcción de algunos modelos. Como veremos más adelante, el término narcosubmarino incluye tanto embarcaciones que no se sumergen por completo como las que sí lo hacen, y ya en esta primera época se dieron las dos.
La diferencia fundamental de los semisumergibles con las go-fast es su francobordo, es decir, la altura que alcanza la embarcación sobre el agua. Los narcosubmarinos semisumergibles sacrifican velocidad a cambio de ir muy bajitos, lo que los hace muy difíciles de detectar tanto a la vista como por el radar. Los submarinos puros, evidentemente, son casi imposibles de detectar salvo por medios acústicos, una capacidad que solo poseen las marinas de guerra y no las fuerzas de seguridad.
En 1993, aparece el primer narcosubmarino, el submarino de esnórquel de San Andrés. El término se refiere a que, aunque sumergible, la embarcación tenía que mantener un mástil permanentemente fuera del agua para alimentar de aire a su motor de combustión. El narcosubmarino de San Andrés era un diseño tosco a partir del casco de un velero. Hecho de fibra de vidrio, no podría haberse sumergido mucho, incluso si hubiese podido cortar el esnórquel.
En el año 2000, apareció uno de los diseños más espectaculares que se conocen. El submarino de Facatativá es el narcosubmarino más grande y sofisticado capturado, con 36 metros de eslora y una capacidad de carga de 200 toneladas de droga. Como veremos, los más habituales suelen rondar los 10 metros y entre una y cuatro toneladas. Su precio se estimó en 10 millones de dólares, entre cinco y diez veces lo que se calcula que cuesta uno de los modelos más habituales. Con el sumergible se encontraron documentos en ruso que, junto al diseño de doble casco y otras particularidades, evidencian el origen de sus planos. Se le estima una cota máxima operativa de treinta metros (cien, según Stryker (2018)) y contaba con una propulsión diésel-eléctrica asimilable a la de cualquier submarino de guerra convencional.
Aunque lo expliqué en detalle en esta entrada, voy a hacer un breve repaso de la propulsión de los submarinos para los recién llegados. Los barcos, por lo general, se mueven por motores de combustión. Como el motor de un coche, pero un poquito más grande. Ese motor o motores hacen girar un eje al final del cual se encuentra la hélice (o varios ejes, cada uno con su hélice). Algunos barcos de guerra usan turbinas, muy parecidas a las de los aviones. Esta turbina también se engrana a un eje. El tercer método más común es la propulsión nuclear, limitada a unos pocos privilegiados y en barcos muy grandes. El problema de los motores (y las turbinas) es que necesitan, no solo combustible, sino aire. Esto supone un inconveniente si pretendes vivir debajo del agua. Para solucionar este problema, los submarinos convencionales (los que no tienen propulsión nuclear), utilizan baterías. El problema de las baterías es que son finitas, y la energía necesaria para desplazar bajo el agua un ingenio de cientos o miles de toneladas hace que se consuman muy rápido. Por eso, los submarinos convencionales tienen que volver cada poco tiempo a superficie para arrancar sus motores diésel y cargar las baterías. Con objeto de evitar ser cazados por los aliados durante las recargas, los alemanes inventaron el esnórquel, un tubo que se iza por encima de la superficie mientras el submarino permanece justo debajo, permitiendo aspirar el aire necesario para hacer funcionar los motores.
Como se puede entender, todo este sistema es muy complejo y, hasta hace muy poco, se pensaba que solo estaba al alcance de los Estados (y no todos). Los narcos están demostrando que no es así.
A pesar de la increíble capacidad de diseño y construcción demostrada, la mayoría de las embarcaciones denominadas «narcosubmarino» no son plenamente sumergibles, sino que navegan con solo una pequeña parte encima de la superficie. Ya en los 90 aparecieron también estos ingenios, inicialmente derivados de diseños comerciales como lanchas pesqueras. Su uso en el Caribe, plagado de agencias de seguridad, no pareció cumplir las expectativas y cayeron en desuso. A partir de 2005, empiezan a aparecer en el Pacífico y, hasta hoy, siguen dominando esa ruta. Existen evidencias (un detenido, entre otras), de que en esta época los narcos también recibieron ayuda externa, en este caso, de los Tigres de Tamil, una organización terrorista de Sri Lanka que usaron submarinos y semisumergibles artesanales para distintas funciones, incluyendo la de embarcaciones suicidas.
¿Qué es un narcosubmarino?
«Una idea no peligrosa no vale la pena de ser llamada idea»
— Oscar Wilde —
Me encantaría poder responder al epígrafe con una definición inequívoca, preferiblemente, sacada de la bibliografía consultada. Pero la realidad es que hay poca bibliografía académica sobre estos ingenios y casi todo lo que conocemos es en base a las noticias que «hacen superficie» cuando se captura un narcosubmarino.
En la introducción ya hemos ido dejando entrever qué es un narcosubmarino, así que ha llegado el momento de lanzarme a la piscina y dar una definición.
El narcosubmarino es una embarcación que se sumerge, total o parcialmente, con el objeto de transportar cargamentos de droga por mar sin ser detectada.
Con esta definición abarcamos tanto los semisumergibles como los submarinos, tanto de esnórquel como puros, sea cual sea su forma, procedencia o materiales. Como vamos a ver un poco más abajo, hay muchísima variedad en este sentido. El libro de H.I. Sutton propone una taxonomía centrada en la identificación visual, que parte de la distinción entre los LPV (low profile vessel o embarcaciones de perfil bajo) y los verdaderos submarinos. Las fuerzas armadas colombianas ya habían hecho una clasificación similar, dando sobrenombres a los distintos tipos: daga, lanza, espada, barco, espejo, etc.
Estadísticamente, hay muchos más LPV que verdaderos submarinos. Al menos, que se sepa. Se cree que unos dos tercios son LPV, mientras el tercio restante serían sumergibles (Ramírez y Bunker, 2015, p. 12); el problema es que, si verdaderamente hay sumergibles operativos, no se están capturando en la mar, por lo que su número podría ser mucho mayor. Es lógico que haya más LPV, ya que la complejidad de un auténtico submarino debe suponer un reto para casi cualquier organización. Por tanto, la mayoría de las veces que hablemos de narcosubmarinos, nos estaremos refiriendo a embarcaciones en las que, a pesar de tener un par de metros de alto, solo un minúsculo puente de entre 30 y 50 cm sobresale del agua. Esto no quiere decir que no haya sumergibles plenos, como evidencian los que se han encontrado en construcción, pero sí que, se cree, son mucho menos comunes. Digo se cree porque nunca se ha interceptado un submarino en navegación, así que es posible que se estén colando muchos más de los que pensamos. El hecho de que los sigan construyendo es indicativo de que es un método rentable de mover la droga. De hecho, el descubrimiento en los años 2011, 2013 y 2016 de tres submarinos muy similares, da pie a pensar que hubo algún tipo de cadena de montaje y que el diseño fue exitoso. Sutton los denomina Seehund en su libro por las evidentes similitudes con el submarino enano alemán de la Segunda Guerra Mundial del mismo nombre.
¿Cómo es un narcosubmarino?
«Para conocer bien las cosas, hay que conocerlas con todo detalle; y como los detalles son casi infinitos, nuestros conocimientos son siempre superficiales e imperfectos»
— François de la Rochefoucauld —
Ya hemos adelantado muchas de las características de los narcosubmarinos, pero voy a intentar hacer una descripción general de los más habituales para que sirva como referencia.
El narcosubmarino (LPV o semisumergible) prototípico ronda los 15 o 20 metros de eslora, con una manga que puede suele andar cerca de los tres metros. Los materiales más habituales son la fibra de vidrio (el mismo del que están hechos los veleros) y la madera, aunque hay ejemplares de metal. La ventaja de la fibra, además la relativa facilidad para tratarla, es que produce un eco radar muy pequeño, ayudando a la furtividad de la embarcación. También reduce el eco acústico, en caso de usarse sonares activos para buscarlos. Es mucho menos probable, pero no deja de ser una ventaja. Alguno de los modelos encontrados contaba con un laminado de plomo, cuya utilidad podría ser tanto reducir la firma radárica como la infrarroja. También se ha empleado Kevlar, posiblemente con el mismo objeto.
Tienen, por lo general, una forma alargada, similar a la de una lancha de carreras, aunque diseñados para navegar casi hundidos. La proa suele ser afilada y, en muchos modelos, va casi permanentemente unos centímetros bajo el agua. Los hay con motores intraborda y con motores fueraborda (entre uno y cuatro), y esto supone algunas diferencias. Los que usan motores fueraborda suelen tener el casco algo más corto, pues no requieren espacio interior para la máquina. Además, el puente suele estar a popa del todo. En los ejemplares que cuentan con el motor dentro de la embarcación, el puente suele estar entre la mitad y dos tercios de la eslora, ya que tras este se encuentra la máquina. Los narcosubmarinos con motores intraborda, generalmente, tienen una sola hélice, tras la que se encuentra la pala del timón, protegida por debajo por el talón del codaste, que se une con la mecha del timón encerrando la hélice en un entorno protegido. Esto evita que la hélice dé con el fondo, una ocurrencia que puede ser habitual en función de dónde salgan y a dónde lleguen.
Los narcosubmarinos con motores fueraborda, como las embarcaciones que los utilizan, no necesitan timón, pues gobiernan orientando el propio motor. Otra característica diferenciadora son los tubos que se pueden ver en cubierta para permitir la aspiración de aire para el motor y la expulsión de los gases. Como es lógico, esto solo es necesario en los que tienen motor intraborda. Estos tubos suelen estar curvados hacia la cubierta. El codo que forman impide que les entre agua mientras los mantiene pegados al casco. Es habitual que los escapes tengan silenciadores, para evitar generar mucho ruido. También se han encontrado embarcaciones con intercambiadores de calor para disminuir la firma infrarroja. Incluso, alguno con protección catódica.
Por lo general, los narcosubmarinos cuentan con combustible suficiente para realizar toda su travesía, incluyendo el ingenio que llegó a costas españolas en 2019. Esto supone, evidentemente, unos tanques de combustible bastante grandes. También los hay preparados para hacer parte del recorrido remolcados, sobre todo entre los sumergibles plenos que, como veremos, pueden tener una propulsión más particular, por razones obvias.
El puente es una pequeña estructura que no levanta más de medio metro de la cubierta y por la que es habitual poder acceder al interior por una escotilla. Algunos modelos tienen una segunda escotilla a proa y otros no. El puente suele tener una forma redondeada, triangular o alargada, seguramente buscando una buena hidrodinámica. La visibilidad es muy limitada, con una o dos ventanillas de unos centímetros para mirar hacia delante y, en algunos modelos, un par más para mirar a los lados. No solo las pocas ventanas son un problema, sino que a la altura a la que está el puente, su visibilidad se ve limitada a lo más cercano. Si bien es muy difícil verlos desde otro barco, es perfectamente posible que una embarcación se les aproxime, sobre todo por la popa, sin que se den cuenta.
Se han encontrado narcosubmarinos de todos los colores (estoy hablando de forma literal) y, como es lógico, predominan aquellos que les permiten camuflarse. Por ejemplo, los tonos azulados son muy comunes, al igual que los verdosos. El gris es, también, un color muy utilizado. El narcosubmarino que llegó a Galicia, estaba pintado de gris; parece lógico, pues tuvo que atravesar el Atlántico en otoño/invierno. Es impresionante cómo han logrado pintar algunos modelos de un azul o verde prácticamente idéntico al del agua por la que transitan.
La capacidad de carga oscila mucho entre modelos, encontrándose algunos de menos de una tonelada y otros que alcanzan más de cuatro. Aunque también es muy variable, según Infobae (2020), una tonelada de coca puede rondar los 18 millones de dólares, y el coste estimado de cada narcosubmarino semisumergible ronda el millón (1,5-2 millones según Morcillo y Muñoz (2019)), por lo que, lógicamente, es un negocio más que rentable. Tanto es así, que la mayoría de narcosubmarinos son de usar y tirar, hundiéndose al llegar a destino. Otros (Romero, 2020), hablan de 100 millones por tres toneladas.
Una característica común es una o varias válvulas de fondo que, una vez abiertas, permiten un hundimiento rápido de la embarcación, con objeto de que las fuerzas de seguridad no puedan hacerse con el cargamento.
La tripulación de estos aparatos oscila entre las dos y las cuatro personas, siendo tres lo más común entre los casos que se conocen. Es habitual que se trate de simples pescadores, muchos de ellos ecuatorianos, que reciben una mínima instrucción antes de enfrentarse al viaje. Se cree que el sueldo ronda los 50000 dólares por trayecto (The Guardian, 2020).
Describir los narcosubmarinos plenamente sumergibles se hace mucho más complicado, pues no se han encontrado suficientes ejemplares como para instaurar una representación genérica. Además, los modelos encontrados varían tanto que se hace imposible incluirlos en una misma definición.
Ya hemos citado alguno de los más impresionantes, como el de Facatativá o los Seehund. Los submarinos encontrados en Ecuador en 2010 y en Timbiquí en 2011 también sorprenden por su nivel de desarrollo. Incluso visualmente, se asemejan enormemente a un submarino de guerra convencional. El de Ecuador tenía una propulsión diésel-eléctrica y se le estimaban dieciocho horas de autonomía bajo el agua. El de Timbiquí, a pesar de no tener baterías y verse obligado a mantener el esnórquel siempre sobre la superficie, era también un diseño espectacular, con una capacidad de carga de hasta ocho toneladas. Lo avanzado del diseño parece indicar que no era, ni mucho menos, el primero construido.
En 2020, apareció en Colombia otro narcosubmarino plenamente sumergible sofisticado, con diez toneladas de baterías, suficientes para navegar unas doce horas en inmersión, pero sin otro método de propulsión. Una argolla en el morro parecería indicar la posibilidad de remolcarlo durante parte del trayecto.
Aunque no parece guardar relación con sus contrapartes latinoamericanas, el descubrimiento en Málaga de un narcosubmarino en construcción, indica que no se trata de un fenómeno aislado. Con nueve metros de eslora y dos motores fueraborda de 200 caballos, se le estima una capacidad de carga de dos toneladas. No parece diseñado para grandes travesías, sino para recoger la mercancía de otra embarcación y recorrer el último tramo hasta destino.
¿Dónde se usan los narcosubmarinos?
«El mundo es un parque de animales en el que se olvidó de separar los lobos de los corderos»
— Princesa Karadja —
Si bien ya hemos mencionado repetidas veces el origen principal de los narcosubmarinos, merece la pena dedicar un apartado a localizarlos geográficamente.
Se estima que el 80% de la cocaína que pasa de las regiones andinas hacia Honduras, Méjico y otros puntos intermedios en su camino a EE.UU. lo hace por mar. Un 30% de esa cantidad se cree que viaja en narcosubmarinos (Ramírez y Bunker, 2015). Entre el Pacífico y el Caribe, gana el primero (un 78% frente a un 20%).
Algunas estimaciones hablan de una docena de estos aparatos construidos cada año, aunque es un cálculo harto difícil. De ahí, se podría inferir la cantidad de droga que transportan, pero mientras se sabe que muchos son de un solo uso, entidades como las fuerzas armadas colombianas sostienen que, al menos algunos, hacen viajes de ida y vuelta.
La mayoría de los narcosubmarinos se construyen en la costa pacífica de Colombia. Un 80% de la zona está cubierta de manglares en los que ocultar las actividades de construcción y 1500 vías fluviales permiten la conexión con el mar. Los materiales necesarios para construir las embarcaciones, incluyendo los motores y otro material pesado, se lleva a talleres clandestinos en la jungla, donde son montados por personal con ciertos conocimientos (muchos conocimientos, en el caso de los sumergibles). Una vez construidos, lo más habitual es usar los ríos para llevarlos hasta el mar. El narcosubmarino que arribó a Galicia en 2019 recorrió 3000 km por el Amazonas antes de comenzar el salto del Atlántico.
Aunque Colombia lleva mucha delantera, las junglas de Surinam o Guyana también se han usado para estos fines, y se han hallado narcosubmarinos en Ecuador, Panamá, Costa Rica, Méjico, Brasil, Venezuela, El Salvador, Honduras y Perú. Las declaraciones recientes de un narco evidencian que la ruta atlántica lleva unos años siendo habitual, pese al escepticismo de algunos. Se cree que, cada año, dos envíos llegan a Galicia por esta vía, mientras que se ha aludido a un cementerio de narcosubmarinos en algún punto entre las Canarias y las Azores, donde las embarcaciones traspasarían su carga y serían hundidas (Zuloaga, 2021). No debería sorprendernos, ya que los narcosubmarinos llevan apareciendo en las escuchas que los cuerpos de seguridad hacen a los narcos españoles desde el año 2006 (Ortega, 2019).
¿Cómo se lucha contra los narcosubmarinos?
«De todos los peligros, el mayor es subestimar al enemigo»
— Pearl S. Buck —
Las características de los narcosubmarinos los hacen extremadamente complicados de detectar. Según Ramírez y Bunker (2015), citando a un oficial de la marina estadounidense, en un área determinada, cuyo tamaño no cita, un barco tiene un 5% de probabilidades de encontrar un narcosubmarino del que se tiene una inteligencia fiable. Si ese barco cuenta con helicóptero embarcado, las probabilidades aumentan hasta el 30% y, si les apoya un avión de patrulla marítima, hasta el 70%. Añadiendo un submarino propio a la ecuación, se alcanza el 90% de probabilidad de detección. Está claro que, al igual que en la guerra antisubmarina clásica (ASW), la forma de capturar a los narcos es empleando muchos medios. El problema es el gasto que esto supone y la disponibilidad de todos esos medios. El mismo estudio estima que se capturan uno de cada cuatro submarinos, algo que a mí me parece un tanto optimista.
Según algunas fuentes (citadas en Stryker, 2018), los narcosubmarinos eléctricos serían imposibles de detectar por medios acústicos pasivos; es decir, que serían tan silenciosos que no se oirían con un sonar pasivo. Se me antoja una afirmación un tanto exagerada: aunque es cierto que los submarinos convencionales modernos se acercan mucho o, incluso, superan (por debajo), el umbral del ruido ambiente del mar, la tecnología e inversión necesaria para alcanzar ese logro, difícilmente estará a disposición de una organización no estatal. En cualquier caso, nos da una idea de lo difíciles que pueden ser de detectar y de que, si se buscan por medios acústicos, usar sónares activos puede resultar casi obligatorio. Algo que ya hacen las marinas de guerra en la ASW clásica.
Pero empecemos por el principio. El primer paso sería determinar que los narcosubmarinos son una amenaza para el país en cuestión y que hay y se puede hacer algo al respecto. Es decir, dejando el idealismo de lado, se puede llegar a la conclusión de que no merece la pena emplear todos los medios necesarios en hacerles frente. Que nadie se lleve las manos a la cabeza: esto no significa que permitamos el narcotráfico (aunque podría ser una decisión, si hay otras prioridades más acuciantes o si no se considera pernicioso… que se lo digan a nuestro vecino del sur), sino que se enfrente de otra forma. Puede ser más sencillo intentar cogerlos ya en tierra.
En el caso de que se decida que hay que enfrentarse a los narcosubmarinos, como con todas las amenazas, lo primero es conocerla. Incluso antes de decidir quién la enfrenta, ya que, en función de la amenaza, pueden ser unas agencias u otras. Por razones obvias, lo primero que habría que delimitar es si la amenaza está compuesta solo de LPV o si hay, también, sumergibles puros. Si solo hay embarcaciones de perfil bajo, aunque sean difíciles de detectar, hay multitud de organismos que podrían ser los designados para hacerles frente, y más en España. Si hay que enfrentarse a un submarino de verdad, solo las marinas de guerra tienen las capacidades necesarias. Ahondemos en este asunto.
La acción del Estado en la mar en España es, cuanto menos, complicada. Una amalgama de agencias tienen competencias, algunas de ellas solapadas y otras que, a priori, no parecen tener mucho sentido. En palabras de un experto en el asunto: una hidra de seis cabezas. Sería, por tanto, difícil decidir si Aduanas, el Servicio Marítimo de la Guardia Civil o la Armada (dejando de lado organismos regionales) deberían ser los encargados de enfrentarse a los narcosubmarinos. Por medios, la Armada parece la más capacitada, pero no olvidemos que tiene otras muchas misiones y cada vez medios más veteranos y reducidos. La solución a este dilema sería, sin duda, la creación de un organismo de guardacostas que aunara los esfuerzos que vienen realizando (de forma admirable) todas estas organizaciones. La lógica dicta que debería nacer en el seno de la Armada, ya que esta se verá obligada a mantener el personal y los medios que utilizarían los guardacostas para sus otras misiones, mientras que los demás organismos se verían absorbidos. En estos tiempos de presupuestos ajustados, compartir logística y formación debería ser una obligación. Y esto no lo digo yo, sino un experto que ha ayudado a crear, precisamente, una de esas organizaciones que tiene competencias estatales en el ámbito marítimo. Pero voy a dejar de meterme en camisas de once varas. Quedémonos con que, para enfrentarnos a los LPV, nos bastaría alguno (o algunos) de los organismos que tienen competencias de seguridad marítima. Más abajo veremos los medios que necesitarían.
Pero veamos el caso complicado (que es, claro, el divertido). ¿Y si nos damos cuenta de que estamos siendo «atacados» por manadas de lobos submarinos? El único sistema de detección que funciona con cierta eficacia bajo el agua es el acústico. Las ondas electromagnéticas apenas penetran la superficie marina, mientras que buscar en el espectro visible un objeto sumergido es un brindis al sol. Salvo que haga buen tiempo, la mar esté clara y el objeto esté cerca de la superficie, no hay nada que hacer. Y, aun así, tendremos que pasarle por encima. Así que únicamente nos queda el sonar.
El sonar es coto prácticamente exclusivo de las marinas de guerra. En España, solo once barcos tienen los medios para detectar submarinos en inmersión: las seis fragatas clase Santa María y las cinco Álvaro de Bazán. Los cazaminas tienen sonar, sí, pero no apto para estas funciones. ¿Podemos sacrificar nuestras pocas fragatas en cazar narcotraficantes? Probablemente, no. Habría que buscar alternativas. Al final de este artículo dejaré un enlace a una historia de ficción… que también es una propuesta atrevida.
Pero no solo los barcos hacen la guerra antisubmarina. De hecho, una de mis citas favoritas es esta: «el avión de patrulla marítima y el helicóptero representan la principal amenaza para un submarino, palabra de submarinista» (Conte, 2020).
Las aeronaves tienen dos formas principales de aprovechar el espectro acústico: las sonoboyas y los sonares calables. Las sonoboyas son pequeños sonares desechables que se lanzan al mar y se descuelgan, quedando amarrados a una boya y transmitiendo la información que reciben a la aeronave que permanece sobrevolándolos. Los sonares calables cuelgan de un cable que la aeronave desenrolla desde muy baja altura. Obviamente, con el sonar calado, no puede moverse, así que solo los helicópteros pueden usarlos. La ventaja de uno y otro sistema es que se puede elegir la profundidad a la que se pone el transmisor, lo que ofrece grandes ventajas por el funcionamiento de la acústica submarina que expliqué en uno de los apartados de este artículo. Los sonares de casco de los barcos, como su nombre indica, van pegados a este, con lo que sus posibilidades son mucho más reducidas, al tener que permanecer cerca de la superficie. Los escoltas antisubmarinos suelen usar sonares remolcados, que sí se pueden hacer descender hasta cierta profundidad.
Como estamos viendo, la guerra antisubmarina es una devoradora de medios. Es cara; muy cara. Hacen falta barcos, aeronaves e, incluso, tirar sonoboyas, que son de un solo uso.
Pero los más avezados se estarán quejando de que me he dejado una parte. El submarino, por muy submarino que sea, tendrá que subir a veces a superficie. Aunque sea solo a asomar un mástil. Puede ser para ver por dónde va, para comunicar o para arrancar sus motores y recargar las baterías, pero tarde o temprano tendrá que subir. Los nucleares, como expliqué aquí, no tanto; pero esperemos no ver nunca a un narco pilotando un submarino nuclear.
Esos periodos en los que el submarino sube, ya sea para «pinchar» con un mástil o para hacer superficie, se conocen como indiscreciones. Y en esos momentos, el submarino se puede detectar mediante el radar o métodos visuales. ¡Pues ya está! ¡Hemos solucionado el problema!... Solo que esas indiscreciones son muy escasas y, por lo general, el submarino puede elegir cuándo las comete. Dependerá mucho de su propulsión y de su capacidad de navegación en inmersión, pero el submarino (y el narcosubmarino) siempre evitará cometer indiscreciones en momentos en los que sabe que puede ser detectado. En función de lo sofisticado que sea el narcosubmarino, podría estar obligado a cometer indiscreciones solo un 20% del tiempo. O menos. Esto nos obligaría a tener cubiertas permanentemente zonas enormes por las que tiene que pasar para asegurarnos de que tiene que cometer alguna indiscreción dentro de la zona y nosotros estemos ahí para detectarlo. Una vez más, muchos medios, mucho tiempo; muy caro.
El medio óptimo para realizar una búsqueda en un área grande es, sin duda, el avión de patrulla marítima, por su velocidad y permanencia. Estos aviones suelen contar con un radar de superficie y sensores electroópticos e infrarrojos (es decir, cámaras con grandes aumentos, tanto en el espectro visible como en el IR). Además, pueden cotejar los contactos con los recibidos por el sistema AIS, en el que están obligados a transmitir los barcos a partir de cierto tonelaje. Cualquier contacto que no tenga AIS, puede ser sospechoso. Mediante patrones de búsqueda preestablecidos, los MPA peinan la zona asignada, localizan e identifican los contactos y pueden alertar a los medios de superficie para tomar acción. La altura es una gran ventaja para encontrar contactos semisumergidos, ya que su estela es visible desde el aire, mientras que desde la mar puede quedar oculta.
Si es para enfrentarse a submarinos puros, el MPA tendrá que emplear sonoboyas, en un número bastante elevado. Por tanto, tiene mucha más capacidad que el helicóptero de peinar una zona grande, ya que puede llevar hasta ocho veces más sonoboyas.
A pesar de sus capacidades, se me antoja un gasto desorbitado mantener un MPA en permanencia en el aire en una determinada zona, y más si tiene que hacer búsqueda acústica. Desde luego, España no cuenta con los medios necesarios, y mucho menos en el futuro próximo, en el que los dos P-3M que nos quedan se darán de baja y su relevo, que parece que será el C295 ASW (más limitado en muchos aspectos), aún tardaría años en llegar.
Los helicópteros son otra opción para cubrir una zona amplia. Su ventaja es que pueden operar desde muchos barcos, con lo que reducen el tránsito hasta la zona, compensando así su menor permanencia. Pero claro, ya estamos hablando de dedicar dos medios a una sola misión. Aquellos con sonar calable tienen la ventaja de no gastar medios de un solo uso, pero la desventaja de solo aprovechar ese sensor acústico que está justo debajo de ellos, mientras que cualquier aeronave puede procesar varias sonoboyas a la vez, cubriendo, potencialmente, un área mayor.
Los barcos son, por supuesto, un medio perfectamente válido. De hecho, son imprescindibles y el único que podría hacer una misión completa, ya que solo desde un barco se puede asaltar un narcosubmarino en la mar. Yo, desde luego, no lo intentaría desde un helicóptero. La gran ventaja del barco es la permanencia, que podemos considerar casi infinita. Cualquier barco con capacidad oceánica es capaz de estar varias semanas en la mar y, caso de montar una operación de entidad, los barcos de guerra están preparados para recibir combustible y víveres en la mar, con lo que no tienen que volver a puerto.
Para detectar LPV, los barcos se valdrían de sus radares y sus sensores optrónicos e infrarrojos. El problema que tienen es que los narcosubmarinos están expresamente diseñados para evadir estos y que la ventaja de velocidad del barco es muy poca, con lo que no es capaz de cubrir áreas tan grandes. Caso de enfrentarse a verdaderos submarinos, como ya he adelantado y expliqué en profusión en este artículo de la revista Ejércitos, los barcos que solo cuentan con sonar de casco, como nuestras F100, están enormemente limitados en ASW. Sus alcances, por muy moderno que sea el equipo, serán muy cortos por las particularidades de la transmisión del sonido en el agua. Por tanto, caso de usarse barcos para cazar narcosubmarinos sumergidos, deberán contar con sonares remolcados.
Una vez detectado e identificado el submarino, el último paso sería apresarlo. Para ello, los barcos deberán contar con equipos de asalto con el adiestramiento y medios adecuados.
Está claro que los narcosubmarinos son un medio ideal para transportar toneladas de droga sin ser descubiertos… el peligro que algunos analistas ya han mentado, es que esa capacidad de carga se utilice para llevar algo más peligroso. Ya sea porque empiecen a ser usados por organizaciones más terroristas que criminales o porque los narcos se vean en la necesidad de defenderse, el narcosubmarino, como el submarino tradicional, es un medio que podría poner en jaque a cualquier país.
Si quieres saber de qué sería capaz un narcosubmarino en las manos equivocadas, ya en el ámbito de la ficción, he escrito un breve relato que mandaré a mis suscriptores en unos días. Puedes apuntarte aquí. En realidad, se trata de la escena detonante de una novela que se desarrolla en torno a los narcosubmarinos, solo que desde el punto de vista contrario: el del malo. En el libro, encontrarás la misma escena desde el punto de vista de las víctimas, además de cómo se desarrollan las operaciones para dar caza a estos peligrosos ingenios.
¡Un saludo, dotación!
P.D.: más pronto que tarde, las marinas de guerra acabarán cazando narcosubmarinos. Descubre cómo se hace la guerra en la mar en nuestros días con mi libro Táctica naval.
Referencias:
Conte de los Ríos, A. (2020): “El futuro de la Patrulla Marítima Aérea en España”, Global Strategy, 22 de abril. Disponible en https://global-strategy.org/el-futuro-de-la-patrulla-maritima-aerea-en-espana/ [Consulta 31 de mayo de 2021].
Guy, J. (2021): “El primer ‘narcosubmarino’ hecho en España es hallado en un almacén del Mediterráneo”, CNN, 16 de marzo. Disponible en https://cnnespanol.cnn.com/2021/03/16/espana-primer-narcosubmarino-trax/ [Consulta 28 de mayo de 2021].
Infobae (2020): “Los submarinos usados para mover la droga por el mar han proliferado en los últimos años y al ser hechos en talleres caseros los hace un transporte barato”, Infobae, 27 de agosto. Disponible en https://www.infobae.com/america/mexico/2020/08/27/narcosubmarinos-hechos-en-masa-en-secreto-en-la-selva-y-con-el-toque-del-artesano-fabricante/ [Consulta 28 de mayo de 2021].
Morcillo, C. y Muñoz, P. (2019): “Un cementerio de narcosubmarinos entre las Azores y Canarias”, ABC, 1 de diciembre. Disponible en https://www.abc.es/espana/abci-cementerio-narcosubmarinos-entre-azores-y-canarias-201912010222_noticia.html [Consulta 28 de mayo de 2021].
Ortega Dolz, P. (2019): “Apresado en Galicia el primer narcosubmarino de Europa con más de 3000 kilos de cocaína”, El País, 16 de diciembre. Disponible en https://elpais.com/politica/2019/11/24/actualidad/1574598267_187838.html?rel=mas [Consulta 28 de mayo de 2021].
Ortega Dolz, P. (2019): “’Narcosubmarinos’ de usar y tirar”, El País, 26 de noviembre. Disponible en https://elpais.com/politica/2019/11/25/actualidad/1574686215_985227.html?rel=mas [Consulta 28 de mayo de 2021].
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