Recientemente hablábamos de dos grandes héroes españoles con motivo de su designación para nombrar las futuras fragatas de la Armada española: Luis de Córdova y Antonio Barceló. Ambos, contemporáneos, vivieron en el siglo XVIII, una época en la que los grandes navíos de línea dominaban los mares. Córdova arbolaba su insignia en el coloso que sería conocido como el Escorial de los mares en el día de su mayor hazaña. Pero, ¿cómo era la vida a bordo de un barco de guerra de la época?
El navío de línea español
El navío de línea era un barco capaz de combatir en una línea de combate. Esto quiere decir que las escuadras se enfrentaban unas a otras con cada barco siguiendo a su compañero de delante en una fila india. Así, podían hacer uso de sus baterías de cañones, que se encontraban en los costados.
Los navíos tenían, al menos, dos puentes, es decir, dos baterías de cañones a cada banda. Los hubo de tres y muy, muy pocos, de cuatro, como el Santísima Trinidad (aunque fue construido como un navío de tres puentes y luego modificado).
La mayoría eran de dos puentes (España solo botó trece de tres puentes) y contaban con alrededor de setenta cañones distribuidos en tan solo cincuenta metros de eslora, unos quince de manga y cerca de siete de calado para unas 1700 toneladas de desplazamiento. Podemos ver que eran barcos mucho más redondeados que los modernos y afilados buques de guerra.
Los navíos de línea eran, por supuesto, barcos de vela. Contaban con tres palos, los consabidos trinquete, mayor y mesana, aparejados en cruz. Esto quiere decir que cada palo tenía unas velas cuadras que, colgadas de sus vergas, impulsaban al barco formando un ángulo aproximadamente perpendicular al de avance. Cada palo tenía una mayor, un velacho, un juanete y un sobrejuanete, de más grande a más pequeña y de abajo a arriba. También contaban con foques, estays y una cangreja en el mesana, velas más adecuadas para navegar con vientos cercanos a la proa.
La dotación
La dotación de un navío de setenta cañones rondaba los quinientos hombres, número que aumentaba en clases superiores. Hay que tener en cuenta que el empleo de los cañones era lo que más personal requería, llegándose a necesitar una docena de hombres para operar los más pesados. Así, algunos de lo navíos más grandes, como el Santísima Trinidad llegaban a llevar más de mil hombres a bordo. ¡Mil hombres! ¡En cincuenta metros! Luego veremos cómo.
La dotación estaba repartida de la siguiente manera:
Oficiales
• De guerra 12
• Mayores 9
• De mar 21
Infantería de Marina
• Tropa 112
• Artilleros 38
Artilleros
• De preferencia 15
• Ordinarios 80
Marineros
• Marineros 100
• Grumetes 120
• Pajes 24
Los oficiales de guerra eran, generalmente, los alumnos de las compañías de guardiasmarinas; los designados para el mando que, con el tiempo, podían alcanzar lo más alto del escalafón. Debían de superar pruebas físicas y científicas para obtener su Despacho, además de demostrar su hidalguía «por los cuatro costados». Al mando, un capitán de navío, auxiliado por un capitán de fragata, tres tenientes de navío, dos tenientes de fragata, dos alféreces de navío y tres alféreces de fragata.
Hemos mencionado todos los empleos del escalafón de oficiales, salvo aquellos que mandaban escuadras: los que hoy llamamos almirantes. Había cuatro empleos de almirante: brigadier, jefe de escuadra, teniente general y capitán general que, respectivamente, arbolaban su insignia en el mayor (gallardetón), mesana, trinquete y mayor. Como es lógico, el barco que elegían como buque insignia solía ser el más grande o característico de la flota, como el Santísima Trinidad para Córdova en el cabo Santa María. Sin embargo, en Trafalgar, Gravina combatió a bordo del Príncipe de Asturias, de 112 cañones. Esa serie de barcos, liderada por el Santa Ana y construidos en la Habana, dieron un excelente resultado, no como el pesado y poco marinero Escorial de los mares.
Los oficiales mayores eran lo que podíamos denominar como especialistas: un contador (nuestro actual intendente), dos capellanes, dos cirujanos y cuatro pilotos. Estos últimos, procedentes de las escuelas de náutica, eran especialistas en navegación y algo infravalorados por sus compañeros «de guerra».
Los oficiales de mar eran los actuales suboficiales. Contramaestres, guardianes, calafates, carpinteros, cocineros, buzos, armeros, faroleros, maestros de velas, mayordomos. Las dos primeras clases eran los mandos directos de la marinería y coordinaban las maniobras en cubierta. El resto, artesanos, se dedicaba cada uno a su arte.
Los artilleros eran, cuando había suficientes, cada uno jefe de un cañón, además de servir en la santabárbara.
En cuanto a la marinería, los hubo voluntarios, algunos buscando huir de causas pendientes, otros simplemente buscando oportunidades. Los profesionales eran conocidos como marineros de matrícula. Pero la mayoría era marinería de leva. Los retrasos e impagos de los sueldos y el escaso y tardío (viva la burocracia) reparto de los botines supuso una pérdida importante de marinería profesional.
El armamento
El armamento principal de los navíos de línea era su artillería y, entre esta, el cañón, pero contaron con muchos más tipos de lanzadores de proyectiles que hoy calificaríamos como cañones.
El cañón propiamente dicho era de avancarga y se disparó aplicando una mecha hasta que, a finales del XVIII, aparecieron las llaves de artillería. Como hemos dicho al principio, los más pesados, de hasta a 36 libras, necesitaban doce o incluso catorce hombres para manejarlos. Los cañones más grandes se situaban en la batería inferior y los más ligeros más arriba, hasta llegar a la cubierta donde se solían colocar otro tipo de armas que ahora veremos.
El cañón de a 36 medía casi tres metros de largo, pesaba tres toneladas y disparaba una bola de más de seis kilos. Por el contrario, el cañón de a 6 medía menos de dos metros, pesaba menos de una tonelada y disparaba bolas de menos de un kilo. Entre medias nos encontramos con los de a 24, a 18, a 12 y a 8. Los cuatro más pequeños existieron también en la versión «largo».
En cubiertas altas se utilizaban los obuses, que llegaron a ser de a 48, pero tenían menor alcance y precisión. Eso sí, pesaban menos y necesitaban muchos menos sirvientes.
También se usaron pedreros, cañones muy pequeñitos para barrer la cubierta enemiga con metralla y, en escasas ocasiones —heredados de los ingleses—, carronadas, un chisme parecido al obús.
Resumiendo, en un navío de dos puentes nos encontrábamos con una batería superior, a la intemperie, formada por cañones de a 8 u obuses; una batería intermedia con cañones de a 18; y una batería principal, la más baja, con cañones de a 24 o a 36.
Además de disparar las balas de los distintos calibres, los cañones podían disparar balas encadenadas, palanquetas españolas (dos medias balas unidas por una barra) o francesas o inglesas (dos conos unidos por la punta), balas al rojo (aunque esto suponía un enorme peligro de incendio también en el barco propio) y sacos de metralla.
La puntería se podía dividir en cuatro tipos:
Para desarbolar. Tirando a los palos y velas del enemigo para dificultarle la maniobra. Táctica fundamentalmente española y francesa que algunos consideran culpable de sus derrotas ante la Royal Navy.
Al casco. Con el objeto de destruir la artillería y otro material. La preferida por los británicos pues generaba astillas mortales que diezmaban la dotación enemiga.
La lumbre al agua. Apuntando bajo la línea de flotación. Poco eficaz y difícil ya que las balas perdían fuerza al sumergirse.
En hilera o enfilada. El más ansiado. Se disparaba sobre la proa o la popa del enemigo, intentando batirlo de forma longitudinal. Esta era la parte menos protegida de los navíos y, así, las balas podían prácticamente atravesarlos.
En cuanto a armamento portátil nos encontramos con una gran amalgama: la espada de los oficiales, frascos de fuego, granadas de mano, hachas, chuzos, sables de abordaje y alfanjes, pistolas, mosquetes y trabucos.
La vida a bordo
Para terminar, vamos a echar un vistazo a cómo se vivía a bordo de estos colosos del mar.
El comandante alojaba a popa, debajo del puente. Es una costumbre que mantenemos hoy en día de que el comandante este lo más cerca posible del puente para poder subir en cuanto se le requiera. Además del camarote en sí, el comandante contaba con una cámara (despacho-salón-comedor).
Los oficiales alojaban en la zona de popa, en camarotes distribuidos por antigüedad. Los guardiasmarinas, en un rancho único, eran los últimos en elegir y, normalmente, ya no quedaban camarotes para ellos, con lo que alojaba en otros lugares cercanos. Aunque no los hemos nombrado en el reparto de dotación, hay que señalar que era habitual que los caballeros embarcaran en los navíos para completar su formación.
El resto de la dotación alojaba en las baterías, entre los cañones. La primera se reservaba para artilleros e infantes.
Todo el mundo, incluidos los oficiales, dormían en coys. Estas hamacas eran muy cómodas para poder retirarlas rápidamente y quedaban enrolladas y estibadas en las batayolas donde se ventilaban y, en combate, ofrecían cierta protección ante la fusilería enemiga. La batayola es, según la RAE: «Caja cubierta con encerados que se construyen sobre la regala de los buques, a lo largo de esta, y en que se acomodan o recogen los coyes de la tripulación.»
La comida consistía en tres raciones: carne salada o tocino, bacalao y queso. El queso se distribuía los días de temporal, cuando no se podían encender los fogones. Y el bacalao se daba los viernes y sábados de cuaresma además de en Semana Santa. La ración diaria de un marinero se calculaba en:
550 gramos de bizcocho.
80 gramos de tocino salado.
120 gramos de judías secas.
69 cl de vino.
93 cl de agua.
Los ranchos, al igual que los coys, se montaban entre los cañones.
Los marineros estaban distribuidos en dos guardias, es decir, que estaban la mitad del tiempo de guardia. Las guardias duraban cuatro horas. Los oficiales se distribuían en cuatro. Las actividades diarias incluían adiestramientos, limpiezas, maniobras y el baldeo que se realizaba de madrugada.
En combate, el comandante mandaba desde la toldilla, con su segundo en el castillo. Los botes se echaban al agua para no estorbar y poder usarlos en caso de emergencia. Se vertía arena sobre las cubiertas para evitar resbalones y se subían infantes y algunos marineros a las cofas como tiradores. Como hemos comentado antes, el grueso de la dotación se encargaba de disparar las baterías de cañones.
Y hasta aquí nuestro repaso a los navíos de línea, las máquinas de guerra que encumbraron a hombres como Luis de Córdova a la gloria. ¿Hay algo más que te hubiese gustado saber sobre estos ingenios?
¡Un saludo, dotación!
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*El grueso de la información reflejada en esta entrada está sacada de la magnífica web todoababor.es
en el post de twitter aparece una lamina con tres tipos de marineros uno de los cuales aparece tocado con una barretina o gorro frigio , va descalzo y encadenado ¿cual es el motivo?
Estupendo artículo. Hay algo que me intriga y es tanto la pintura y sus colores en la época de los navíos de línea, así como los tratamientos que daban a los distintos materiales de construcción. Muchas gracias por tu trabajo.
Estupendo articulo, claro, conciso y breve. Gracias.