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El futuro de la guerra antisubmarina (ASW) en 7 pasos

Actualizado: 4 feb

En este blog hemos hablado largo y tendido de guerra antisubmarina. Hollywood ha convertido a los submarinos en un arma temible, casi invencible y, si bien lo primero es muy cierto, lo segundo está lejos de ser realidad. Ejemplos como la Segunda Guerra Mundial o las Malvinas nos muestran que la guerra antisubmarina es capaz de derrotar —no necesariamente destruir— al submarino y, aunque ha pasado mucho tiempo, sobre todo desde la década de los cuarenta, y el submarino ha evolucionado muchísimo, también lo ha hecho la guerra antisubmarina.


La guerra antisubmarina es muy compleja y en otros artículos nos hemos dedicado a explicarla de la forma más sencilla posible, empezando por cuestiones muy técnicas como la acústica submarina. Hubo que mencionar de pasada las cuestiones más avanzadas y modernas y dejar de lado lo que nos puede deparar el futuro cercano. Hoy estamos aquí para poner remedio a eso.


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El futuro de la guerra antisubmarina

El futuro de la guerra antisubmarina (ASW) tenderá, lógicamente, a paliar sus carencias e intentar explotar las del enemigo, el submarino. Para estudiarlas vamos a empezar por enumerar las limitaciones o problemas habituales con los que se encuentran las fuerzas antisubmarinas y, a lo largo del artículo, les iremos dando respuesta. Para el que no haya leído mi principal artículo sobre ASW, esta lista puede destriparle la historia, así que le recomiendo empezar por allí.


Si no lo has leído pero prefieres un resumen gráfico y muy rápido, échale un vistazo a esta infografía:


Infografia guerra antisubmarina (ASW) 1 de 2
Infografia guerra antisubmarina (ASW) 2 de 2


Estos son los problemas a los que se enfrentan las fuerzas antisubmarinas actuales y del futuro:

  • Dependencia de sensores acústicos

  • Alcance reducido de los sensores acústicos

  • Submarinos más silenciosos

  • Necesidad de un número elevado de unidades antisubmarinas

  • Elevado empleo de armas

  • Reducido alcance de las armas

  • Escenarios de escalada o crisis


Aunque algunas de las cuestiones parezcan iguales, explicaremos una a una por qué no lo son exactamente y qué podemos hacer para paliar estos problemas.



Dependencia de los sensores acústicos

«El silencio es un amigo que jamás traiciona»

— Confucio —


Los submarinos operan, principalmente, bajo el agua. Si bien puede parecer una obviedad, no siempre fue así, pues salvo unos pocos modelos muy cerca del final de la contienda, durante la Segunda Guerra Mundial operaron mayoritariamente en superficie. Sobre todo, para transitar, pero también, aunque sea menos sabido, para atacar.


La aparición del esnórquel, primero, y la propulsión nuclear, después, supuso un cambio de paradigma, pasando los submarinos a operar principalmente sumergidos, si bien con diferencias entre ellos que han durado hasta nuestros días. Los submarinos convencionales han de subir una o varias veces al día a recargar baterías con sus motores diésel, que aspiran aire a través del esnórquel. En este artículo citábamos como referencia una tasa de indiscreción del 34% en tránsito y del 12% en zona de operaciones, en guerra y con un enemigo que buscaba activamente detectar y destruir al submarino, es decir, que este probablemente sobrepasara algunos de los límites que nunca se sobrepasan en tiempo de paz.


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Submarino ARA San Luis en Malvinas

Los coeficientes anteriores suponen pasar ocho horas al día haciendo esnórquel durante los tránsitos, que se pueden reducir a unas tres horas en zona de operaciones. Los modernos submarinos con propulsión independiente del aire (AIP) pueden reducir mucho estos coeficientes, alcanzándose periodos de dos y, según algunas fuentes, hasta tres semanas en inmersión. Es importante hacer una puntualización: el AIP solo tiene capacidad para alimentar los equipos del submarino y propulsarlo a muy baja velocidad. Cualquier consumo superior por necesidad de mayor velocidad, requerirá usar las baterías, que evidentemente se descargan mucho más rápido a velocidades altas.


El AIP lleva en uso desde la entrada en servicio del Gotland sueco en 1996 y cada vez está más extendido. Sin embargo, la limitación de velocidad y la complejidad del sistema, que requiere almacenar compuestos peligrosos, parece estar conduciendo a los submarinos convencionales hacia las baterías de litio. Las baterías de litio tienen una capacidad muy superior a las convencionales de plomo y recientemente se han logrado desarrollar en tamaño suficiente y con la seguridad debida para ser empleadas en submarinos, empezando por los dos últimos de la clase Soryu japonesa. Los surcoreanos van detrás con sus KSS-III y se prevé que otros constructores sigan sus pasos. Según este artículo de un oficial del S-81 Isaac Peral, la capacidad de baterías de los dos últimos Soryu será unas 3,5 veces superior a sus diez hermanos mayores (77 000 kWh frente a 22 000 kWh), aunque no debemos olvidarnos de que pierden el sistema AIP. El coeficiente de indiscreción no cambia, pues para recargar una descarga completa de 77 000 kWh tardaría más de un día (la capacidad de los generadores no cambia), pero le otorga la posibilidad de no cometer indiscreciones durante mucho más tiempo y de operar a velocidades altas de forma muy silenciosa.


La propulsión nuclear, por supuesto, otorga una autonomía prácticamente ilimitada en inmersión. El submarino solo tiene que subir para comunicarse.


esquema planta propulsora submarino nuclear
Esquema planta propulsora submarino nuclear

La conjunción de la propulsión nuclear con el AIP y las baterías de litio supone que los submarinos, cada vez, cometen menos indiscreciones. En Malvinas, los británicos podían esperar que el submarino argentino San Luis pasara, al menos, tres horas haciendo esnórquel al día, y mucho más durante los tránsitos. Esto significaba que era posible encontrarlo con el radar, a la vista o, como en la Segunda Guerra Mundial, con equipos de guerra electrónica, detectando las señales de comunicaciones (o radar, aunque es más raro) emitidas. Hoy en día, las fuerzas antisubmarinas se enfrentan a un enemigo que, en función de la misión, puede no tener que subir a cota periscópica durante días.


El problema de que el submarino no suba a superficie es que, en la mar, el sensor por excelencia es el radar. Todo tiempo, automático, independiente de la luz solar y la visibilidad, capaz de determinar la posición del blanco de forma instantánea… estamos tan acostumbrados a sus ventajas que se hace difícil imaginarse cómo sería un enfrentamiento naval sin él, pero es que hace no tanto los barcos llegaban a distancia de tiro de fusil en la noche sin verse unos a otros. Los italianos pagaron caro el error de no desarrollar el radar en la batalla del cabo Matapán.


El radar tiene un inconveniente: las ondas electromagnéticas apenas penetran la mar. Es imposible detectar un submarino en inmersión con los radares actuales. La luz también se ve enormemente afectada a su paso por el agua, con lo que detectar un objeto bajo la superficie es casi imposible salvo que esté cerca de esta, haya buena visibilidad y el observador pase casi por encima. Esto supone que, tradicionalmente, el único sensor para detectar un submarino en inmersión sea el sonar, ya que las ondas acústicas, aunque con muchas particularidades que explicamos aquí, se propagan relativamente bien bajo el agua.


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¿Qué hacer para no depender exclusivamente del sónar? Como veremos en el siguiente apartado, no solo es que sea el único sensor, sino que sus alcances pueden no ser suficientes para lograr nuestros objetivos.


Tal y como hemos mencionado arriba, la luz (láseres y LED) se atenúa o es absorbida por el agua. Sin embargo, avances en materiales e informática parece que permitirán emitir ondas de luz en frecuencias muy precisas que sufran menores pérdidas, alcanzado distancias de detección que puedan ser operativas.


Otras propuestas incluyen el desarrollo de sistemas aéreos que transmitirán un láser modulado en intensidad hasta la superficie del mar. El efecto fotoacústico generará ondas acústicas al incidir el láser sobre el agua y estas ondas funcionarán de forma equivalente a un sonar. El rebote del sonar volverá a la superficie y, aún en forma de onda acústica, parte de este rebote se transmitirá a través de la superficie. Unos sensores extraordinariamente sensibles denominados transductores ultrasónicos micromecanizados y portados por la aeronave permitirán recibir estas ondas.


Concepto de operación del PASS (photoacustic airborne sonar system; sistema sonar aéreo fotoacústico)
Concepto de operación del PASS

El sistema se ha denominado PASS (sistema sonar fotoacústico aéreo). Este sistema se vería limitado por la acústica submarina de la misma forma que los sónares de casco de los barcos: con capa, difícilmente serían capaces de detectar por debajo de esta, pero esto no quita que supondrían un gran avance. Un sensor acústico que no requiere entrar en el agua combina lo mejor de la sonoboya con lo mejor del sonar calable (obviando las limitaciones de profundidad): detección continua, sin tener que refrescar el campo o moverlo y permitiendo a la aeronave cierta capacidad de maniobra.


Un método de detección no acústico que se conoce desde hace años pero para el que no ha habido suficiente capacidad de computación hasta ahora es el de las estelas de los submarinos. Un cilindro de varios miles de toneladas moviéndose bajo el agua, incluso a cierta profundidad, genera pequeñas ondulaciones en la superficie del mar. El día en el que un satélite pueda detectar esas pequeñas olas o estela dejada por el submarino en la superficie y un superordenador sea capaz de procesar los datos de miles de millas cuadradas de océano y determinar la posición del submarino por la elevación de unos pocos centímetros de agua se acerca. También podemos estar cerca de métodos capaces de detectar submarinos en inmersión por la radiación o los compuestos químicos que emiten. Los submarinos, sobre todo los nucleares, también emiten una pluma de calor que asciende hasta la superficie y, siendo más cálida que el agua que la rodea, se puede detectar. Hay quien dice que se podría llegar a hacer desde satélites e, incluso, que podría ser la razón por la que la flota submarina rusa del Báltico (frío y poco profundo) es convencional y no nuclear.


Desde luego, si se descubre un método para detectar submarinos en inmersión desde satélites, el juego habrá cambiado por completo. Nos puede parecer imposible, pero lo mismo pensarían los países que usaban barcos para hacer el corso contra el tráfico mercante antes de la aparición del avión y el radar. Y ya no se ven barcos corsarios.



Alcance reducido de los sensores acústicos

«Irritarse por un reproche es reconocer que se ha merecido»

— Tácito —


En otro artículo explicamos por qué los alcances de los sónares son muy reducidos. No merece la pena detenernos otra vez a explicar los métodos o canales de transmisión, pero baste decir que para un barco es prácticamente imposible (sin sonar remolcado y, con este, sigue siendo dificil) detectar a un submarino antes que este le haya detectado, localizado e identificado, mientras que para una aeronave supone consumir muchísimas horas de vuelo, en el caso de sónares calables, o muchísimos sensores de un solo uso, en el caso de las sonoboyas.


LLOA (limiting lines of approach) marcan la zona desde la que un submarino puede alcanzar la posición de lanzamiento de torpedos
LLOA: limiting lines of approach

El limitado alcance del principal sensor antisubmarino cobra especial relevancia cuando nos damos cuenta de que cada vez más submarinos cuentan con misiles antibuque. Hasta ahora, la defensa antisubmarina se basaba en evitar que el submarino, que en el caso del convencional está muy limitado de velocidad, alcanzara una posición desde la que lanzar sus torpedos, que tienen un alcance relativamente reducido. Para proteger un portaviones, una cortina interior de barcos y una exterior de aeronaves podía ser suficiente. Ahora, con submarinos capaces de lanzar misiles mucho más allá del horizonte, estos sistemas son del todo insuficientes.


Es cierto que el misil es menos peligroso que el torpedo y que una buena defensa antimisil (ASMD) debe poder derrotar los pocos misiles que pueden lanzar la mayoría de los submarinos, pero esto no quita que siga siendo un peligro. También es cierto que el submarino necesitará obtener los datos para el lanzamiento desde otra plataforma si quiere hacerlo desde más allá del horizonte. El problema no es solo no detectar al submarino antes de que lance, sino que, si la primera noticia que tenemos es el misil saltando por encima del horizonte, ni siquiera podremos intentar hostigar al submarino después de defendernos del misil, pues no tendremos ni idea de desde dónde ha lanzado. Para detectar las plumas de lanzamiento pueden valer sensores satelitales o incluso los montados en algunas aeronaves, aunque tendrían que integrarse plenamente en un sistema de mando y control que permitiera compartir esa información en tiempo real.


En el epígrafe anterior hemos visto algunas posibles soluciones para lograr mayores alcances en guerra antisubmarina, pero siempre fuera del ámbito de la acústica submarina, para así reducir nuestra dependencia de estos sensores. Sin embargo, el futuro próximo también nos permitirá desarrollar nuevos sónares que rompan algunas de las barreras que veníamos considerando limitaciones insuperables.


Al igual que con otro tipo de sensores, la cada vez mayor capacidad de computación permitirá explotar más datos a los sonares pasivos, analizando el ruido radiado por los submarinos más lejos, en más frecuencias y con menores diferencias con el ruido de fondo. Sin embargo, explicamos en su día que ya hay submarinos que producen menos ruido que el ruido de fondo del mar, sobre todo en zonas litorales. Esto, que podría parecer un obstáculo insalvable, no tiene por qué serlo. Es posible que lleguemos a ser capaces de detectar la presencia de un submarino por la ausencia de ruido en su posición.


Sistema sonar remolcado de gran alcance SURTASS
Barco con sistema SURTASS

En cuanto a sónares activos, la gran mayoría de los usados en unidades tácticas (barcos y aeronaves), son sónares de frecuencia media, entre 1000 y 10 000 Hz. Sistemas fijos al estilo del famoso SOSUS o barcos dedicados como los SURTASS pueden usar sónares con frecuencias más bajas, pero hasta ahora requerían unos equipos demasiado voluminosos incluso para barcos tipo escolta, o se veían saturados por el ruido radiado por el propio barco. Los avances tecnológicos, tanto en materiales como, una vez más, en capacidad de computación, van a permitir extender estos sistemas a unidades de menor porte o multifunción, poniendo en manos del cazasubmarinos medio sensores con alcances muy superiores a los actuales, al sufrir menos atenuación las frecuencias bajas. Uno de los problemas del sonar en baja frecuencia (LF), es que la información de demora (dirección) y distancia que proporciona es mucho menos fiable, pero se cree que los potentes ordenadores del futuro próximo nos permitirán resolver esa incertidumbre.

Transmisión por zona de convergencia (Thales)
Transmisión por zona de convergencia (Thales)

Para terminar, mencionaremos un sistema que ya está en uso y ampliamente reconocido como el mejor sonar embarcado que existe; el CAPTAS-4. Este sonar remolcado, sobre el que escribí un artículo para la revista Ejércitos, será el principal sensor antisubmarino de las fragatas F110. El CAPTAS-4 trabaja por debajo de 2 kHz, con lo que se acerca mucho a la baja frecuencia. Esto le permite explotar la zona de convergencia de forma activa. La zona de convergencia es uno de los canales de transmisión explotables con el sónar, que dibuja un anillo de detección entre 20 y 25 millas náuticas del sensor. La zona de convergencia se lleva explotando años, entre otras en las fragatas clase Oliver Hazard Perry que en España constituyen la clase Santa María. La diferencia es que las Perry tenían un sonar remolcado pasivo porque en la época en la que se diseñaron era imposible diseñar un sonar activo capaz de lograr esos alcances. Al lograr explotar la zona de convergencia en activo, se reduce la dependencia del ruido radiado por el submarino: cualquier submarino que entre en un anillo de 20 millas alrededor del barco, a cualquier profundidad y por muy silencioso que sea, puede ser detectado siempre que se den las condiciones para que haya zona de convergencia. Aunque estas condiciones no se dan siempre ni en todas las aguas, el avance que esto supone es enorme. Estamos detectando submarinos desde un barco más allá del alcance de sus armas, algo impensable hace unos años. De hecho, el premio Hook’em Award, otorgado por la marina estadounidense a la excelencia en guerra antisubmarina, ha sido ganado en dos años seguidos por barcos franceses que contaban con el CAPTAS-4.



Submarinos más silenciosos

«Los silencios no prestan testimonio contra sí mismos»

— Aldous Huxley —


La tecnología va a permitir avances importantes en la guerra antisubmarina, pero también en los propios submarinos, y una de las tendencias más claras desde hace décadas es la de la reducción del ruido radiado. Los submarinos cada vez son más silenciosos y, hoy en día, se da por sentado que algunos modelos emiten menos ruido que el nivel de ruido de fondo del mar. Con el tiempo, la mayoría de los submarinos alcanzarán este nivel de sofisticación.


Aunque en los dos apartados anteriores hemos visto nuevas técnicas que podrían ayudar a paliar este inconveniente para las fuerzas antisubmarinas, el menor ruido radiado por los submarinos nos va a permitir presentar una en concreto: el multiestatismo.


Esquema de sistema multiestático

Si el submarino es tan silencioso que apenas es posible diferenciarlo del nivel de ruido de fondo del mar, la opción acústica clara es apostar por los sistemas activos, pero estos tienen muchas carencias, tanto en alcance como en potencia o coste. El multiestatismo pretende poner solución a estos problemas.


Un sonar tradicional consiste en un emisor y un receptor, conformando un sistema monoestático. Si el emisor y el receptor están separados, ya sea en el mismo sitio o en lugares distintos, por ejemplo para alejar el receptor del ruido propio o para aprovechar determinador canales de transmisión del sonido en la mar, hablaríamos de un sistema biestático. Un sistema con un emisor (o más) y más de un receptor es un sistema multiestático.


Los sistemas multiestáticos tienen muchas ventajas. Desde el punto de vista de la acústica, el submarino pierde la posibilidad de ofrecer su cara más silenciosa (la que menos rebote ofrece, que normalmente será la proa) al emisor, porque el receptor estará en otro sitio (sitio que el submarino es probable que desconozca). Además, recibir los ecos de distintos aspectos puede facilitar la clasificación y localización del contacto.


Desde un punto de vista táctico, un sistema multiestático ofrece la enorme ventaja de ocultar a algunos de los participantes. Un submarino siempre va a detectar a una unidad que esté transmitiendo en activo, pues para que esa unidad reciba el rebote, el submarino tiene que haberlo recibido antes (y con más potencia). Sin embargo, lo puede tener más difícil para detectar unidades operando en pasivo. Generalmente, detectará a los barcos, pero si nuestras aeronaves, en lugar de usar sensores activos, solo usan sensores pasivos, el submarino puede no percatarse de su presencia hasta que sea demasiado tarde. Es decir, se puede montar un sistema multiestático en el que un barco transmita con su sonar de casco o remolcado y una o varias aeronaves procesen esa señal con sus sonoboyas. Manteniendo al barco alejado, por seguridad y para no asustar al submarino, las aeronaves podrían acercarse a realizar un ataque impunemente. También se pueden usar unas pocas sonoboyas activas para hacer creer al submarino que el campo de sonoboyas está en una determinada posición mientras se siembran otras zonas con sonoboyas pasivas. Así, el submarino se metería en zonas que cree seguras pero en las que puede ser detectado por el segmento pasivo del sistema multiestático.


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Los sistemas multiestáticos tienen algunas limitaciones, entre las que se encuentra que todos los emisores y receptores deben estar conectados para conocer los códigos que se transmiten, la posición de unos respecto a otros y el momento de transmisión, que es lo que les permite averiguar la posición del blanco. Esto puede resultar sencillo con algunos sistemas, pero no tanto con otros. Por ejemplo, las sonoboyas no suelen contar con GPS y tienen la mala costumbre de derivar con la mar y el viento. La aeronave que las esté procesando debe actualizar su posición rutinariamente para asegurar la precisión del campo. Esta necesidad de comunicación también puede dificultar la integración de drones submarinos en los sistemas multiestáticos, pues será complicado comunicarse con ellos mientras estén en inmersión.


Sin embargo, estas dificultades no impedirán el uso de sistemas acústicos multiestáticos que, de hecho, ya están en funcionamiento. La sonoboya SSQ-125 está especialmente diseñada para emitir pings que pueden ser procesados por otras sonoboyas más sencillas como las SSQ-53F. Démonos cuenta de que esto también hace más barata la caza del submarino y reduce el peso de la aeronave: con una única sonoboya activa, más cara y pesada, podemos lanzar varias sonoboyas pasivas que serán capaces de procesar sus ecos, pero pesan menos y son más baratas.



Necesidad de un número elevado de unidades antisubmarinas

«La cantidad tiene calidad propia»

— Lenin —


Según el almirante Gorshkov, mítico jefe de la marina soviética, estadounidenses y británicos empeñaron 25 barcos y 100 aviones por cada U-boat alemán, con un total de seis millones de hombres participando en labores antisubmarinas. Es cierto que es un dato de la Segunda Guerra Mundial, pero es perfectamente ilustrativo del enorme consumo de medios que supone la caza de un único submarino. Tal y como pasó en Malvinas, en ocasiones el submarino no tiene ni que lograr su objetivo: su presencia, o la simple amenaza de su presencia, detrae muchísimas unidades, esfuerzos y tiempo del enemigo. Eso, en sí mismo, ya puede ser una victoria. Con los sistemas de armas militares siendo cada vez más caros, ¿cómo logramos poner suficientes medios en el agua o en el aire hoy en día para cazar submarinos cada vez más silenciosos, más rápidos y con mayor autonomía?


Fotograma La caza del Octubre Rojo

La primera aproximación busca aprovechar medios ya existentes para otras misiones en la guerra antisubmarina. Desde la década de los 90 hasta hace unos años, la ASW se había dejado bastante de lado en favor de otras ramas de la guerra, orientadas a conflictos contrainsurgencia, con un importante peso del ámbito terrestre y sin una amenaza de entidad. El cambio fue enorme, pues durante la Guerra Fría la guerra antisubmarina había sido fundamental, ya que la doctrina soviética, en lugar de basar su poder marítimo en grandes grupos de portaviones, se apoyaba en submarinos de ataque, bombarderos y misiles para contrarrestar el poderío naval americano. Y, por supuesto, la guerra antisubmarina era la forma de neutralizar una de las tres patas de la tríada nuclear soviética, procurando quitar de la ecuación los submarinos balísticos nucleares de la flota roja.


La dejadez antisubmarina de finales del siglo pasado y principios de este no solo ha supuesto una pérdida de adiestramiento y mentalidad, sino una pérdida de hardware, tanto en número de unidades dedicadas a la ASW, como en el tipo de estas. El ejemplo más claro es el de los S-3 Viking, un pequeño avión de patrulla marítima (MPA) embarcado en los portaviones estadounidenses. Hoy en día, no existe nada parecido. Los grandes grupos de combate solo cuentan con helicópteros para cazar submarinos, con las limitaciones de autonomía y capacidad de carga que ello conlleva. Si necesitan el apoyo de una aeronave de ala fija tienen que esperar a que les apoye un MPA desde tierra.


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Dron MQ-4C Triton

Una posible solución sería emplear medios ya existentes en guerra antisubmarina. Se han instalado pods de sonoboyas en los drones MQ-4C Triton, MQ-8C Firescout y MQ-9 Reaper. Nada debería impedirnos instalarlos en los F-18, F-35 o en el MQ-25. Devolver cierta capacidad de ala fija embarcada antisubmarina a los grandes grupos de combate puede multiplicar sus capacidades. Instalarles los sensores y las armas puede ser relativamente sencillo, pero habría que estudiar los equipos de procesado de señales y de comunicaciones que necesitarían estos aviones. Un MPA puede llevar una docena de operadores para procesar toda la información que recopila. Un helicóptero LAMPS la envía en crudo al barco para que sea este, con dos docenas de personas en el Centro de Información y Combate, el que la procese íntegramente. Un cazabombardero con, como mucho, piloto y copiloto, no va a poder procesar toda esa información, por no decir que las tripulaciones tendrían que formarse en una guerra que les es totalmente ajena. Quizás la solución sea mandar la información al barco para que la procese, pero eso requiere de unos sistemas específicos.


En cualquier caso, podría ser suficiente con que estos sistemas ya en uso aporten algo a la guerra antisubmarina. Por ejemplo, un F-18 o F-35 podría lanzar sonoboyas y desentenderse de ellas, dejando el proceso a una variante del MQ-25 que llegue por detrás con los equipos de comunicaciones necesarios y mayor autonomía. Los cazabombarderos disfrutarían de la ventaja de su enorme velocidad, que puede reducir los tiempos de reacción evitando que la última posición conocida (datum) del submarino se enfríe, pero sufrirían de una menor autonomía respecto a las aeronaves de ala fija ASW clásicas.


La segunda forma de generar más medios antisubmarinos para alcanzar el número de sensores necesario para detectar a un submarino es emplear nuevas plataformas no tripuladas. Al igual que en el aire los drones han logrado disminuir el número de horas de vuelo de plataformas tripuladas en misiones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento, se pueden usar drones tanto aéreos como de superficie y submarinos para contribuir al esfuerzo antisubmarino. Serán plataformas más baratas, hasta cierto punto «sacrificables» y que podrán estar disponibles para más unidades. Es decir, es difícil que el comandante de una fragata o destructor pueda contar con un MPA cada vez que lo necesite, pero puede llegar el día en el que pueda contar con un pequeño (o mediano) dron, lanzado desde su propio barco, con alguna capacidad antisubmarina.


Lanzamiento UAS ScanEagle
El dron ScanEagle se puede lanzar desde cualquier barco con cubierta de vuelo

Lanzar drones de ala fija con cargas útiles específicas para la guerra antisubmarina va a ser difícil excepto desde portaaeronaves. La necesidad de lanzar por catapulta y recuperar en una red o pértiga limita el peso de los aviones y sus cargas útiles, pero hay otros sensores que pueden ser muy útiles. Un simple radar en el aire y moviéndose a docenas de nudos de velocidad es un gran aliado, también contra submarinos. Aunque sea cada vez menos, seguirán asomando mástiles por la superficie. Incluso aunque no necesiten hacer esnórquel, para obtener inteligencia de imágenes o electrónica o identificar positivamente un contacto un submarino puede tener que izar un mástil y, en ese momento, es mucho más fácil encontrarlo con un radar en el aire, con mayor alcance (por el horizonte) y un mejor ángulo para detectar esos contactos más pequeños. También cabe esperar que alguno de los sensores no acústicos que hemos tratado antes pueda llevarse en un dron de tamaño medio.


Por supuesto, drones más grandes operando desde la costa van a ser una de las incorporaciones más esperadas a la guerra antisubmarina. Estos MPA no tripulados van a tener muchas ventajas, aunque no creo que vayan a sustituir a los MPA hasta dentro de varias décadas, si es que llegan a hacerlo. La guerra antisubmarina sigue teniendo mucho de arte y va a seguir necesitando operadores humanos que procesen e interpreten la información recolectada. Sin embargo, lo previsible es que veamos a esos operadores sentados en plataformas, ya sean barcos o aviones, que se quedan un paso por detrás, mandando a primera línea a plataformas no tripuladas con armas y sensores.


Especificaciones y capacidad P-8 Poseidon
Especificaciones y capacidad P-8 Poseidon

Los grandes drones de ala fija dedicados a la guerra antisubmarina van a permitir cubrir los huecos donde los MPA no puedan estar. El único verdadero MPA que va a tener Occidente en las próximas décadas parece que va a ser el P-8 Poseidon y su elevado precio va a limitar las unidades que puedan adquirir muchos países o, incluso, hacer que no sea posible su compra (¿España?). Para misiones sencillas cuando no haya P-8 disponibles o para complementar otros aparatos menos capaces, se empezarán a usar drones de ala fija de gran tamaño. También para complementar a los verdaderos MPA en misiones más complejas o en las que tengan que cubrir grandes áreas.


Uno de los asuntos más complejos serán las comunicaciones. En las distancias en las que van a tener que operar, van a tener que ser comunicaciones satelitales pues las comunicaciones radio que permiten esos alcances (HF) no son capaces de sostener grandes anchos de banda. El problema es que la enorme cantidad de información que procesa un MPA puede ser demasiado para un enlace satelital y, desde luego, supone un gasto elevado quizás inasumible para fuerzas armadas como las españolas. Una alternativa es que estos aviones sean controlados desde tierra pero operen en apoyo de barcos (o MPA) que se encuentren en zona. Con un enlace radio direccional y cifrado con estos, al igual que el LAMPS, podrían pasar toda la información en crudo a las plataformas tripuladas para que la procesen. El LAMPS, un sistema que casi podríamos denominar antiguo, es capaz de hacer que el barco reciba, sin tratar, información de las sonoboyas, radar, equipo de guerra electrónica, comunicaciones cifradas y datos del helicóptero. Esto permite al barco procesarlas y evita que el helicóptero, con menos capacidad, pase al barco información ya filtrada en la que se pierdan datos.


Precisamente para paliar el asunto de las comunicaciones, sobre todo si se terminan usando cazabombarderos y otras unidades no específicas en tareas ASW, se puede desarrollar un dron de lanzamiento aéreo, capaz de mantener la comunicación con las sonoboyas en lo que los aviones relevan y/o de transmitir esta información a los barcos, que estarán más allá del horizonte. Un dron de tamaño reducido, lanzado desde un tubo de sonoboyas, daría algo de capacidad, pero algo más grande, que se pueda lanzar desde un punto de anclaje de bombas/misiles, por ejemplo, podría dar permanencias en zona de más de diez horas. El ScanEagle que opera la Armada tiene una autonomía de 20 horas con poco más de veinte kilos de peso y tres metros de envergadura. El sistema PASS que tratamos antes es portado por drones que se pueden lanzar desde un tubo de sonoboyas.


Concepto barco no tripulado antisubmarino
Concepto barco no tripulado antisubmarino

Los sistemas no tripulados de superficie también van a permitir poner más sensores y armas en el agua, aportando a la lucha antisubmarina. Los más complejos y grandes operarán desde tierra, aportando con el tiempo capacidades casi equivalentes a las de un barco. Al no llevar personal, podrán ponerse en peligro más que los barcos tripulados, seguramente tendrán mayor autonomía y podrán actuar incluso de señuelos. Sistemas de tamaño más reducido, quizás con solo un sensor y un arma o incluso sin armas, podrán usarse desde los escoltas para multiplicar sus capacidades. Una embarcación del tamaño de una rhib de un barco puede albergar un sistema sonar sencillo para participar en una red multiestática o portar un par de torpedos para lanzarlos allí donde le indique su buque madre. También podrían remolcar productores de ruido para engañar al submarino o a sus torpedos.


Los drones submarinos o UUV también empezarán a aportar a la lucha antisubmarina, aunque ya explicamos que estarán muy limitados por sus comunicaciones. Sin embargo, se podría tender a un concepto de dron-sonoboya. Una de las grandes limitaciones de las sonoboyas es que no se mueven, por lo que se quedan atrás a medida que el submarino avanza y, si se planta un campo grande, cuando el submarino se detecta en un extremo, todas las que quedan alejadas se han de desechar por inútiles. Una sonoboya móvil, una especie de mini torpedo capaz de desplazarse y comunicarse a través de una pequeña antena o boya, podría resolver este problema. Si fuésemos capaces de diseñarla de un tamaño que pudiera lanzarse desde los mismos tubos que las sonoboyas, tendríamos un sensor muy capaz y versátil al alcance de casi cualquier plataforma, incluso de las no puramente ASW, si las dotamos de pods de sonoboyas como hemos dicho antes. Esto sería otra forma de multiplicar los sensores que tenemos en el agua, no lanzando más sensores, sino logrando que todos o casi todos sean útiles.



Elevado empleo de armas

«No sé qué c****** es eso de la logística de la que siempre habla [el general] Marshal, pero yo también quiero”

— Almirante E.J. King —


En poco más de dos meses y con un solo submarino enemigo operando sumergido, los británicos pusieron sesenta torpedos en el agua en Malvinas. Casi ninguno de ellos en la posición en la que estaba el San Luis.


CF Azcueta, comandante del San Luis en Malvinas
CF Azcueta, comandante del San Luis en Malvinas

La guerra antisubmarina de verdad requiere de muchísimas armas. El torpedo es un arma que se pone en el agua de una en una y que se cree que tiene una elevada probabilidad de hacer blanco si entra en el agua cerca de su objetivo, pero el problema recae en que se hace necesario poner muchos torpedos en el agua sobre blancos que no se está seguro si son submarinos o no. Lo contrario supondría arriesgarse a no poner un arma en el agua cuando sí sea el submarino y, además, una de las tácticas antisubmarinas más habituales es intentar saturar al submarino, evitando que cumpla su objetivo. El propio comandante del San Luis admitió que en ocasiones tuvo que renunciar a sus objetivos por las tácticas agresivas de los ingleses. No le hundieron, pero tampoco le dejaron acercarse.


El problema es que los torpedos son escasos. Son caros, pesados y voluminosos. Un helicóptero puede llevar dos o, como mucho, tres. Un avión podrá llevar alguno más. Un barco, el sistema de transporte más eficiente del mundo, no suele llevar más de una veintena (los escoltas; puedes llevar más en un buque de aprovisionamiento).


El VLWT es mucho más pequeño que los torpedos ligeros convencionales

Si en un futuro conflicto surge la necesidad de realizar muchos ataques antisubmarinos, los participantes van a agotar sus reservas de torpedos en las primeras semanas.


La primera solución a este problema parece que entrará en servicio en tan solo unos años. Bajo el programa Very Light Weight Torpedo (VLWT) o torpedo muy ligero, la marina estadounidense va a adquirir torpedos de unos cien kilos. Aunque pueda parecer un arma enorme, debemos tener en mente que los torpedos ligeros actuales pesan más del doble, con un diámetro de 323 mm frente a los 121 mm del VLWT. Esto va a suponer que las aeronaves puedan llevar el doble o más de estas armas y, teóricamente, que se puedan producir y transportar en mayor número.


Aunque no está directamente relacionado con la necesidad de más armas ASW, el VLWT también va a tener una versión defensiva. Hasta ahora, la única forma de defenderse ante un torpedo era mediante señuelos, intentando engañarlo. La versión CAT (countermeasure anti-torpedo) pretende funcionar como si de un misil antimisil se tratara: un pequeño torpedo que se lance para destruir los torpedos enemigos que van hacia nosotros. En principio, está pensado para usarlo desde submarinos, ya que su diámetro permite lanzarlo desde los lanzadores de señuelos, pero no debería ser difícil lanzarlo desde los barcos. Si es efectivo, puede suponer una auténtica revolución en la guerra antisubmarina. Además de por su capacidad destructiva, al torpedo se le teme porque no hay forma de interceptarlo… hasta ahora.


Además del VLWT, otras propuestas menos convencionales pueden permitir aumentar el inventario de armas antisubmarinas. Hace no mucho (en Malvinas, por ejemplo), aún se usaban las cargas de profundidad. Su escasa precisión y la incapacidad de seguir a un blanco que se evade (probablemente unido a la pérdida de interés por la guerra antisubmarina) acabaron por hacerlas desaparecer de los pañoles de munición, pero quizás sea interesante recuperarlas, sobre todo si les aplicamos la tecnología moderna.


Cualquier bomba de propósito general de la familia Mk-80, con un kit de modificación, podría convertirse en una poderosa carga de profundidad. Una cola especial la haría entrar en el agua correctamente. Un pequeño sonar con los mismos minitransductores que usan los sistemas PASS le permitiría explosionar en el punto más cercano al contacto. Sería un arma mucho más barata que un torpedo. Por supuesto, menos precisa, pero la ventaja recae en que se podrían fabricar y almacenar muchas más, además de que serían de doble propósito. España podría comprar mil bombas y trescientos kits de conversión. Si usas todas las bombas para atacar a tierra «solo» habrás malgastado el dinero de los kits. Si empiezas a usar muchas más en versión ASW, solo tienes que comprar más kits, en lugar de comprar el arma entera.



Reducido alcance de las armas

«Es fácil ser valiente desde una distancia segura»

— Esopo —


Puede que seamos capaces de aumentar nuestro stock de armas ASW, pero estas siguen teniendo una limitación muy importante: el alcance. El Mk-54, el torpedo ligero más común en Occidente, tiene un alcance máximo de unas 10 000 yds, según fuentes abiertas. Eso significa que un barco, como mucho, podrá atacar a un submarino que esté a cinco millas. A esa distancia, lo más probable es que el submarino haya detectado, localizado, identificado e incluso atacado al barco. La realidad es que los escoltas llevan tubos lanzatorpedos como arma defensiva. Es prácticamente imposible que un barco ataque a un submarino antes de que este le haya podido atacar: los tubos lanzatorpedos están para poner un torpedo en el agua cuando se detecta el torpedo enemigo y así intentar que el submarino tenga que romper la filoguía.


Torpedo, lanzamiento, barco
Lanzamiento de torpedo ligero desde barco con lanzador triple

Si un escolta quiere logra una detección a larga distancia y tiene que poner un torpedo en el agua, tiene dos opciones: los torpedos lanzados por misil o el helicóptero. Los torpedos lanzados por misil, de los cuales el más famoso fue el ASROC, parecen haber caído en desuso. Quizás sea por la caída en desgracia de la guerra antisubmarina, pero también puede deberse a que tampoco eran una maravilla. El concepto es sencillo: un misil que encapsula un torpedo. El misil se lanza a la posición aproximada del contacto sonar y, antes de estrellarse, libera el torpedo, que entra en el agua como si lo lanzara una aeronave y hace la búsqueda con su sonar. El RUM-139, el más moderno de los ASRCOC, tiene un alcance de tan solo unas 10 millas náuticas, muy inferior a los alcances de los torpedos pesados que lanzan los submarinos modernos. No es tan sencillo lanzar un monstruo de casi 300 kilos a los que hay que añadir el sistema de propulsión y guiado del misil, además de su combustible.


Torpedo, misil, ASROC
Concepto de funcionamiento de torpedo lanzado por misil

Si se desarrollan nuevos torpedos lanzados por misil, deberán tener alcances muy superiores, sobre todo si queremos cubrir escenarios como el que nos planteábamos al principio, en los que tenemos que ser capaces de atacar a un submarino que nos está lanzando sus propios misiles desde más allá del horizonte. El programa SMART indio parece cumplir estas características, con un misil de 400 millas de alcance capaz de poner un torpedo muy ligero en el agua. Además, el tamaño del misil le permite ser lanzado desde celdas normales; si los futuros ASROC requirieran celdas más grandes, habría que cambiar el diseño de los barcos y no se podría armar con ellos a los ya en servicio, salvo que se les hicieran grandes modificaciones.


Los helicópteros seguirán siendo el vector antisubmarino preferido de los barcos, pero es posible, como ya hemos visto en otro apartados, que empiecen a complementarse con drones. Difícilmente veremos un dron de ala fija saliendo de una fragata con un torpedo colgando, pero es posible que los veamos de ala rotatoria, aunque sea con un único torpedo muy ligero. Para marinas que operen portaviones o portaeronaves se abre otro abanico de posibilidades. Al igual que los cazabombarderos podrían portar sonoboyas, se les pueden colgar torpedos bajo las alas o el fuselaje. Por supuesto, tendrían que pasar las certificaciones necesarias, que desde fuera parecen sencillas y no lo son en absoluto, pero sería otra posibilidad de daría mucha flexibilidad. Habría que tener en cuenta el mismo problema potencial que va a tener el C295 ASW que parece que va a adquirir España: si el torpedo va colgando por fuera en lugar de en la bodega, como en los MPA de verdad, corre el peligro de que se le congele el combustible.


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P-8 Poseidon lanzando un torpedo con HAAWC

Estos aparatos (y los futuros grandes drones ASW) se beneficiarían del HAAWC. El arma antisubmarina de gran altitud es un sistema que permite a los MPA lanzar torpedos a grandes distancias, aprovechando el nuevo concepto de operaciones ASW a gran altura del P-8 Poseidon. Simplificando mucho, se le ponen unas alas y un sistema de guiado al torpedo, de forma que planea hasta el punto deseado de entrada en el agua. Desde las alturas normales de operación del Poseidon, se habla de alcances de hasta 60 millas náuticas, lo que permitirá a los MPA mantenerse alejados del peligro mientras luchan contra el submarino, o de enfrentar submarinos cuyo contacto ha sido obtenido por otra unidad. Así, un solo MPA (o gran dron) sobrevolando la zona podría servir de plataforma lanzadora para multitud de unidades ASW que trabajen bajo él, incluyendo barcos que tengan contactos a 20-25 millas por zona de convergencia y no tengan un helicóptero disponible para atacarlos.



Escenarios de escalada o crisis

«En tiempos de crisis la imaginación es más efectiva que el intelecto»

— Albert Einstein —


Por último, trataremos una cuestión que puede parecer baladí, pero no lo es tanto en la era del control de la escalada. Hace no tanto, los ejércitos se preparaban para derrotar al enemigo en una batalla abierta, declarada y, a ser posible, decisiva. En la época que nos ha tocado vivir, aunque no hay garantías de que no volvamos a ver un conflicto total o absoluto, ha cobrado importancia en control de la escalada. Todas esas acciones que tienen lugar antes del enfrentamiento directo, que queda descartado (o casi) por las presiones internacionales, la disuasión nuclear u otras cuestiones, son fundamentales. Es necesario poder hacerle el daño justo al enemigo para mandarle un mensaje… pero sin pasarse.


En guerra antisubmarina, esto no era posible, o de hacerlo había que hacerlo con medios de oportunidad. El único arma antisubmarina es el torpedo y el torpedo, además de ser «dispara y olvida», no vale para hacer cosquillas. Si le da al submarino, lo va a mandar al fondo. No existen los disparos de aviso. Hace falta desarrollar una serie de sistemas que permitan graduar la intensidad de las acciones ASW en los lances previos al conflicto abierto.


Escena de La caza del Octubre Rojo
Escena de La caza del Octubre Rojo

En su día se usaron señuelos acústicos y cargas de profundidad de ejercicio como medio de oportunidad. Ambos pueden ser un buen punto de partida con la vista puesta en un sistema acústico que pueda ser activado a demanda y emitir distintas señales. Se pueden lanzar desde tubos de sonoboyas o drones, tanto aéreos como de superficie o submarinos. Un sistema similar ya se usa para comunicarse con submarinos durante ejercicios. Las ESUS (Electronic Signal Underwater Sound) se lanzan desde aeronaves para comunicarse con submarinos mediante unos códigos prestablecidos. Originalmente eran pequeñas explosiones que en los modelos modernos han sido sustituidas por señales acústicas producidas por un sistema electrónico.


Sistemas más complejos que permitan disparos de aviso como en guerra asimétrica se antojan complicados. Quizás, torpedos con una carga explosiva muy reducida o incluso sin ella, que se limiten a pasar cerca del submarino.


Cuanto más amplio sea el abanico de opciones del comandante en la mar, más posibilidades de lograr su objetivo sin escalar la crisis.



Guerra antisubmarina: todo cambia para seguir igual

«Nada es permanente a excepción del cambio»

— Heráclito —


El desarrollo de nuevas tecnologías, tanto para los submarinos como para sus cazadores, va a cambiar la forma de hacer la guerra antisubmarina en muchos aspectos. Sin embargo, salvo que se desarrolle un sensor que sea capaz de destruir la barrera aire-agua que lleva más de un siglo escondiendo a los submarinos, la guerra antisubmarina seguirá basándose en los mismos preceptos. El objetivo no es destruir al submarino, sino evitar que cumpla su misión y, para ello, habrá que explotar sus debilidades. Seguirán siendo lentos, sobre todo respecto a las aeronaves, si quieren ser silenciosos. Seguirán teniendo una capacidad sensorial limitada, sobre todo si no quieren sacar mástiles por encima del agua. Sin esos mástiles, seguirán teniendo muy difícil derribar una aeronave. Seguirán sufriendo de capacidades de comunicaciones y mando y control limitadas. Todo esto no quita que sean el sistema de armas más furtivo y uno de los más temibles del mundo, pero si cazarlos fuera fácil, no lo harían los mejores.





Espero que te haya gustado el artículo. Quién sabe, si la guerra antisubmarina vuelve a cobrar fuerza, igual acabamos poniendo sónares remolcados en barcos privados, como aquí.


¡Un saludo, dotación!


P.D.: la guerra antisubmarina es solo uno de los capítulos de mi libro Táctica naval. Descúbrelo aquí.

Bibliografía

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