A menudo, recibo mensajes privados de jóvenes que se interesan por la carrera de marino de guerra. Como muchos de los artículos del blog, en este intentaré dar una respuesta completa y detallada a la que poder recurrir en caso de necesidad.
Antes de empezar, tengo que dejar muy claro que nada de lo que aquí se diga es información oficial. No es más que una recolección de recuerdos e impresiones de uno que ya va haciendo años que pasó por el proceso de ingresar en la Escuela Naval Militar y recibir su Real Despacho. La información fidedigna se puede encontrar en la web de reclutamiento de las Fuerzas Armadas.
También tengo que aclarar que me voy a centrar en la carrera de los oficiales del Cuerpo General de la Armada. Lo hago por muchas razones, siendo la principal y más importante que es lo que soy yo. Puestos a elegir, voy a darle bombo a lo mío; pero, además, somos la médula de la Armada, el cuerpo de oficiales más numeroso y los que nos dedicamos a las tareas nucleares o definitorias de nuestra profesión. Podríamos decir que el resto —que hacen un trabajo muy loable y absolutamente necesario—, se dedican a complementarnos o a apoyarnos. Los demás cuerpos de oficiales de la Armada son el de Infantería de Marina, el de Intendencia y el de Ingenieros. Existieron otros, como el de Máquinas o el de Especialistas, ya declarados a extinguir. Tampoco me detendré en las posibilidades de ingresar con titulación previa, ya que también son minoritarias (y las desconozco).
En definitiva, si quieres averiguar cómo es la carrera de un marino de guerra en España, con especial hincapié en su acceso, formación y primeros años, ¡has llegado al sitio correcto!
El acceso
«El comienzo es más de la mitad de la totalidad»
— Aristóteles —
El que te habla —te escribe, más bien— es orgulloso miembro de la promoción 414, «la última de pata negra». ¿Por qué la última de pata negra? Porque somos los últimos que ingresamos por el sistema tradicional de oposición. Por cierto, los números de las promociones de Cuerpo General coinciden con el año de egreso, por tanto, mi promoción es la que recibió Despacho en 2014, habiendo ingresado en 2009.
¿Cómo era la opo antes? Pues consistía en unos exámenes de Matemáticas (Análisis y Álgebra), Física, Química, Inglés, Historia y Geografía y un psicotécnico. Además, pruebas físicas y médicas. Todo esto había que hacerlo con la Selectividad (PAU o como la llaméis ahora) ya hecha, pues era uno de los requisitos para presentarse. En cualquier caso, el nivel de exigencia requería uno, dos, tres o hasta cuatro años de preparación específica, por lo que al acabar el instituto te apuntabas a una academia de preparación específica. Algunas de las más conocidas son el CHA, Alpha, Proa, San Fernando o Velasco. Allí se preparaban todas esas asignaturas, con un nivel académico que rondaba el primero/segundo de carrera de una ingeniería, si bien, como en toda oposición, lo que realmente importaba era cómo quedabas respecto a tus compañeros.
Todo eso ha cambiado. Con la llegada del plan Bolonia, no solo cambió el plan de estudios de las academias (Academia General Militar o AGM, Escuela Naval Militar o ENM y Academia General del Aire o AGA), sino la forma de ingreso. De repente, se accedía directamente desde Selectividad (o como lo llaméis), aunque los exámenes de inglés, psicotécnico y las pruebas físicas y médicas siguen ahí. Así que se accede como a cualquier universidad… o casi.
Curiosamente, aunque luego en las academias se estudia una ingeniería, no te obligan a estudiar un bachillerato de ciencias. Por cierto, hablo de las academias porque el proceso de acceso es común. Haciendo las mismas pruebas, se opta a los cuerpos generales de los ejércitos y la Armada, al cuerpo de Infantería de Marina y a la Guardia Civil. Y puedes optar a las cinco posibilidades. Cuando todos los que han quedado por delante de ti estén colocados, te asignarán la plaza que hayas elegido con mayor prioridad entre las que siga habiendo disponibles. Si eres el número 10, seguro que te da para cualquier cosa. Si eres el 200, es muy probable que no.
Así que, si apruebas los exámenes de inglés (30 preguntas tipo test de comprensión escrita y otras 30 de gramática y vocabulario), el psicotécnico (el típico examen de formas geométricas, series, relaciones y esas cosas), las pruebas físicas y el reconocimiento médico, pasas a esa gran lista final en la que todo el mundo está ordenado por nota de Selectividad (o… eso).
Lo que tienes que hacer para pasar las médicas no te lo voy a decir. Estar sano, básicamente. Si quieres consultar algo más concreto, léete esto . Lo que sí es más fácil resumir y a mucha gente le suele preocupar son las pruebas físicas. Siempre he dicho que es el único examen del que conoces las preguntas, así que no se puede suspender. Y tampoco es que tengas que ser Rich Froning. Marcas a pasar (femeninas entre paréntesis):
Salto vertical: 42 (36) cm.
Flexiones: 18 (12).
50 m: 8 (8,8) s.
1000 m: 3m55s (4m25s).
Natación 50 m: 1 m (1m08s).
Circuito de agilidad: 14 (16) s.
No me preguntes por el circuito de agilidad: si no eres Pinocho, lo pasas. Por lo demás, como te he dicho, si con 18 años no pasas estas pruebas, esto no es lo tuyo, lo siento. Y ya, metiéndome donde no me llaman, te diré que el deporte es algo sano y divertido: anímate a practicarlo.
A estas alturas, si esto te interesa, te estarás preguntando por la nota que hay que sacar en Selectividad para ingresar. Te aseguro que estos párrafos son los que más me va a llevar escribir de todo el artículo. Para empezar, en mis tiempos (¡Dios, qué viejo soy!) las notas eran sobre 10. A mí que alguien me explique cómo la nota máxima ahora es 14.
Evidentemente, la nota cambia todos los años: no tienes que sacar más de un 10 o un 12, sino estar entre los 50 (aproximadamente) primeros que quieren ser oficiales de la Armada. Como para cualquier universidad, vamos. Pero podemos hacer una aproximación basada en las notas de los últimos años. En Sermilitar (buenos amigos que alguna vez han sorteado mis libros) tienen una página resumen genial. Para lo que nos compete, las notas de corte para Cuerpo General de la Armada han sido 11’331, 11’269, 11’367, 11’654, 11’593, 11’998 y 12’262 (2015-2021). No está mal, como puedes ver. Para hacernos una idea, son notas más altas que Teleco en la Politécnica de Madrid (2021) o que Arquitectura en casi cualquier lado.
A pesar de lo anterior (y siento haber desalentado a alguno), hay que decir que existe una pequeña repesca. Durante las dos primeras semanas, todos los que pidan la baja (que son unos pocos) dejan su plaza abierta para que la ocupe otro. En unos párrafos lo vemos en más detalle.
Bueno, supongamos que has sacado suficiente nota y has aprobado todo lo demás: inglés, médicas, físicas, psicotécnico. Estas últimas no valen para la nota; solo hay que pasarlas. Si lo haces, el único factor por el que te ordenarán es la nota de selectividad. Pues después de un verano comiéndote las uñas, saldrá publicado en el boletín oficial la relación de aspirantes. Allí mismo te citarán un día y a una hora en la puerta de la Escuela Naval Militar, pero también recibirás una o dos cartas más dándote la bienvenida por parte de la Escuela.
En cuanto al día de incorporación ha habido dos versiones: el 1 de septiembre (o el lunes más próximo) o dos semanas antes (en lunes, también). Esta segunda opción permite que los aspirantes de primero, pues eso serás desde entonces (y sí, en minúscula, como todos los empleos), se aclimaten a la Escuela con la única compañía de sus instructores. Pero, por Dios, no creas que esa aclimatación será un periodo tranquilo y relajado.
El conocido como cursillo previo es un intenso periodo de dos semanas en el que los aspirantes aprenden todo lo necesario para desenvolverse con soltura (bueno, soltura relativa) en el régimen interior de la Escuela Naval. El pistoletazo de salida tiene lugar ese día, a esa hora, que ponía el boletín.
Los aspirantes, vestidos de su padre y de su madre, se agolpan alrededor de la puerta de Carlos I en la veraniega mañana gallega acompañados, en muchos casos, de sus padres y sus madres, precisamente. A la hora en punto, las grandes puertas de metal se abren y salen dos marinos. En un momento los presentamos. Uno de ellos se sitúa en el centro del acceso, mientras el otro, que porta un rollo de papel en la mano, queda a la derecha, donde desenrolla el papel y comienza a leer la resolución de nombramiento de aspirantes. Al terminar el párrafo introductorio, lee el primer nombre y se detiene. Salvo que le haya dado un ictus, el chaval que ha ingresado con la nota más alta, el que al menos durante ese año será número uno de promoción, sale de la masa y se acerca a la puerta. El marino que había quedado en el centro, en firmes, le saluda y le tiende la mano, quizás ofreciéndole unas palabras de bienvenida. El chaval, arrastrando su enorme maleta, continúa hacia dentro, cruzando el umbral que hará cambiar su vida para siempre.
La Escuela
«El cursillo previo no es primero, primero no es la Escuela, y la Escuela no es la Armada»
— Anónimo —
Presentemos a los dos marinos. El del centro, el que ha tendido la mano al aspirante, es el comandante de brigada, un teniente de navío de cuerpo general (no teniente, ¡por Dios!), que será el jefe de toda la brigada (tanto cuerpo general como Infantería de Marina) durante, al menos, los dos primeros años. La brigada es, en términos generales, el conjunto de los alumnos de un mismo curso, y se nombra en función del curso en el que están (primera, segunda, tercera, cuarta y quinta). Les dará alguna clase pero, sobre todo, será su mando militar, les instruirá en los valores que sostienen nuestra profesión y les enseñará a mandar a través del viejo adagio: a mandar se aprende obedeciendo.
Por cierto, que el puesto de este señor tiene consideración de mando, y solo hay nueve mandos de teniente de navío, por lo que ha sido elegido entre los mejores de su promoción para ser el primer y mejor ejemplo que tengan los aspirantes.
El lector, que ya a simple vista se aprecia mucho más joven, es un brigadier. Los brigadieres son guardiamarinas de segundo (en tiempos, de primero también), es decir, alumnos de cuarto curso. Su función es la de ejercer de instructores de los aspirantes como subordinados directos del comandante de brigada. Por muy máquina que sea el teniente de navío, difícilmente tendrá la capacidad de estar en varios sitios a la vez. Ahí entran los brigadieres. La primera brigada tiene cuatro: tres de Cuerpo General y uno de Infantería de Marina. Como cabe esperar, los brigadieres (los hay para los otros cursos excepto quinto, siendo un total de unos quince que, procedentes de la cuarta, se reparten entre todas las brigadas) son elegidos entre los alumnos más ejemplares de su promoción, y entre aquellos que se cree serán capaces de mantener un rendimiento académico adecuado a pesar de las —enormes— responsabilidades añadidas. Los de la primera son los mejores entre los mejores. Cuatro chavales de 21 o 22 años encargados de ser el ejemplo directo y el mando más cercano para medio centenar de críos recién salidos de casa de mamá. El lector es el más antiguo de los cuatro brigadieres, el brigadier «de dos estachas», por ser este el distintivo que viste en el brazo. Sus compañeros visten solo una, mientras que el número uno de su promoción, que no está asignado a una brigada en concreto, sino que ejerce de brigadier de todo el batallón de alumnos, departiendo directamente con el capitán de corbeta jefe de Instrucción (jefe de los comandantes de brigada), viste tres estachas doradas en el antebrazo derecho.
Mientras el brigadier continúa leyendo, uno a uno, los nombres de la lista, los chavales entran a la Escuela. Se les indica que dejen su equipaje en un camión y, sin más preámbulos, se les coloca en formación, en la posición de descanso, a medida que van llegando. Los encargados de colocarlos adecuadamente y darles las primeras instrucciones son los otros tres brigadieres, que revolotean alrededor como una mezcla entre perro pastor y animal de presa.
Una vez están todos, es habitual que el capitán de navío comandante-director, a menudo acompañado por el capitán de fragata jefe de estudios y por el jefe de instrucción, salude a los recién llegados. También se leen, o se recitan, los versos de Calderón, que presiden la entrada de la Escuela en una enorme placa:
Aquí la más principal
hazaña es obedecer
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.
Finalizado este pequeño acto, el comandante de brigada da una orden (izquierda o derecha) para que la formación de tres filas se convierta en tres columnas y, al son de una banda de música de cuya presencia muchos ni se habían percatado, la primera brigada desfila —más bien, lo intenta— rumbo al interior de la Escuela. Los chavales oyen los gritos de sus madres por última vez en mucho tiempo.
Probablemente no son conscientes, pero están desfilando por primera vez. Vestidos de paisano, con las greñas de verano y sin siquiera llevar el paso, pero por primera vez en su vida, como militares, están desfilando en formación.
Tampoco les duraría mucho la alegría. Delante del casino de alumnos y del edificio del comandante de la guardia, la formación se detiene. Comandante de brigada y brigadieres salen de formación y se pasean por delante de los aspirantes dándoles sus primeras órdenes. Las prioridades están claras: hay que conseguir que la panda de críos desaliñados parezca —al menos, parezca—, algo parecido a una unidad militar. Pelados y uniformes. Los aspirantes reciben las coordenadas del bazar de alumnos, donde les entregarán un enorme petate cargado de uniformes, y los más fashion victims son llevados directamente a la peluquería. A la voz de «rompan filas» y el desconcierto general, una voz resuena en la explanada:
¡¡¡CORRIENDOOOOOO!!!
Ante los anonadados aspirantes, los cuatro brigadieres salen corriendo en un sprint digno de Usain Bolt hacia el bazar, ofreciendo su carta de presentación: te voy a exigir todo, pero porque yo siempre voy a dar un poco más que tú. Tú objetivo no será llegar puntual, será llegar antes que yo.
La diversión acaba de empezar.
Las próximas dos semanas son un pandemonio. Hay gente que no recuerda ir al baño en doce días. Apenas hay nada teórico y los pocos minutos que pasan los aspirantes sentados son para rellenar unos pocos papeles y los siempre deseados momentos para desayunar, comer y cenar. Alguno no sabía que era capaz de comer tanto. Pero claro, para sostener ese nivel de actividad, 5000 calorías son pocas.
Algunas de las actividades de las dos semanas incluyen navegar por primera vez en los veteranos botes de remo, pasar la pista militar, ir a tirar y desfilar, mucho desfilar. Ah: y correr después de cada cosa que hacen mal, que es, básicamente, todo. Y llegar tarde. Siempre.
Al terminar la segunda semana, se les deja salir por primera vez a la calle, pero para muchos lo importante no es eso, sino ponerse por primera vez el uniforme «de bonito», en este caso, el blanco «tropical», es decir, con camisa de manga corta. Durante unas breves horas, pueden pasear por Marín y Pontevedra, comer algo y aprovechar para comprar una cura para las ampollas.
El tercer lunes entran de lleno, sin anestesia, en el régimen general de la Escuela. Para entonces, ya se espera que se desenvuelvan con soltura, pero les esperan un millón de sorpresas. No tratar correctamente a los profesores o pasar por zonas que les están vedadas aún les traerán quebraderos de cabeza. Pero poco a poco se irán habituando. Para entonces, habrá habido un buen número de bajas, que habrán sido reemplazadas por gente que se quedó fuera. En 2012, cuando el que suscribe fue brigadier de la primera, de una brigada de 75, hubo diez bajas en los primeros diez días.
Una vez que comienza el curso, la actividad académica adquiere un papel preponderante, pero las actividades puramente castrenses no desaparecen. Además de tener deporte a diario, empezarán a salir a la mar una vez por semana en las lanchas de instrucción, en las que alumnos más veteranos les enseñarán los cometidos más básicos que se hacen a bordo, desde llevar la caña a ejercer de serviola. Otro día a la semana saldrán a navegar en los botes de remo y, con el tiempo, arbolarán las velas de estos y saldrán en otros barcos de vela de distintos tamaños.
Otra tarde se dedica a la instrucción militar de orden cerrado: aprender a desfilar, para entendernos. Si bien pasar en formación, Castellana arriba, con medio Madrid alentándote, es algo que te pone los pelos de punta y que ninguno olvidamos, para llegar a eso hay que echar mucho sudor, y puede que algo de sangre (esas ampollas…) y alguna lágrima en la explanada de la Escuela Naval Militar. Más horas que un reloj hemos echado allí. El ritmo de desfile (120 pasos por minuto) no es muy cansado, pero el Mauser, cariñosamente conocido como chopo, pesa un quintal (son siete kilos, pero de verdad que parece un quintal) que debes aguantar totalmente vertical sobre tu mano. Y eso mientras mantienes el paso, la alineación, el braceo, la cabeza alta, el pecho fuera, clavas tacón, la mirada al infinito, el puño cerrado, el chopo vertical, el paso, la alineación, el braceo, la cabeza,… Y cada vez que te equivocas, para animarte, algunos de los brigadieres o el comandante de brigada, que revolotean alrededor de la formación, tendrá la deferencia de sacarte un ratito del suplicio… para que te des una carrerita y te despejes.
La semana es dura, pero los fines de semana son para ti… más o menos. Si tienes alguna suspensa, tendrás periodos de estudio obligatorios de refuerzo y, si no quieres tenerla, probablemente tengas que estudiar igual. Además, se acabó lo de levantarse a mediodía, que hay diana aunque sea sábado o domingo. Y, por supuesto, nada de dormir fuera. Eso ya llegará en otros cursos o, como pronto, si logras ser premiado o distinguido, unas dignidades que se otorgan a los que sobresalen en todos los campos: académico, físico, marinero, militar.
A medida que avanza el curso, los aspirantes van accediendo a algunos pequeños privilegios que hacen su vida ligeramente más fácil, aunque el día con el que todos sueñan es el 16 de julio, Día del Carmen y día en el que tendrán la oportunidad de jurar que defenderán España hasta entregar la vida si es necesario, besando la bandera para refrendar el juramento.
Y, como bonus añadido, ascienden a aspirantes de segundo y adquieren la condición de personas.
El resto de años en la Escuela se desarrollan de forma parecida, sin las tensiones de primero. Además, aparecen actividades que te van acercando poco a poco a la realidad que te espera en los barcos. Vas al simulador de navegación, donde tienes la sensación de estar gobernando un enorme barco por canales estrechos y maniobrando entre numerosos contactos y unidades amigas. También vas al simulador táctico, donde juegas a la guerra. Sentado en una consola parecida a las que se encuentran en los centros de información y combate de los barcos, aprendes las bases de la guerra antisuperficie, antiaérea y antisubmarina. En las lanchas cada vez adquieres más responsabilidad, llegando a planear las navegaciones y ejerciendo de oficial de guardia en puente en las salidas.
A final de curso se hace un embarque de un mes en unidades de la Flota. En primero y segundo embarcan todos juntos, normalmente en uno de los anfibios. Los de segundo pasan dos semanas allí y otras dos en una de las goletas de la Escuela. En cuarto ya suelen ir en grupos más pequeños y repartirse por más barcos, teniendo la oportunidad de ejercer como minioficiales y acercarse a las que serán sus labores dos años después. En quinto, este periodo se alarga y se convierte en las prácticas, que en mi época eran de seis meses pero ahora se han visto reducidas por el currículo a unos tres.
Nos hemos saltado tercero por una razón muy especial: es el año del crucero de instrucción en el Juan Sebastián de Elcano. Durante cinco o seis meses, los guardiamarinas embarcan en el barco más veterano de la Armada, que existe por y para ellos. Aunque muchos pensarán que pasar todo ese tiempo en un barco tan absolutamente obsoleto es absurdo, es un periodo fundamental de la formación náutica y castrense. En el primer ámbito, nada como un barco de vela para entender de verdad la mar y cómo te afecta. La tecnología a veces nos hace olvidarnos de lo vulnerables que somos y el Elcano te acerca a la mar. En el segundo ámbito, la formación militar durante esos meses es un curso avanzado de compañerismo y liderazgo, siendo el primer contacto prolongado de los alumnos con las escalas de suboficiales y marinería. También aprenden a ser los caballeros que se espera que sean, representando a España y la Armada en el extranjero. Por último, las duras condiciones de vida les harán ver con buenos ojos los sufrimientos que tengan que pasar en el futuro.
Pero tampoco quiero asustar a nadie. El Elcano es, para la mayoría, una de las experiencias más bonitas de su carrera, con la oportunidad de conocer puertos lejanos y exóticos, compartir las vivencias con compañeros y amigos, sentirse protagonistas y, en algunos casos, incluso encontrar el amor.
Finalmente, una vez más el 16 de julio, llega otro día muy especial: tras cinco años, los alumnos reciben su Real Despacho de alférez de navío. En el mismo acto en que los aspirantes de primero juran bandera, la promoción que acaba el quinto curso asciende al primer empleo de oficial fuera de la Escuela. Tras cinco duros años, mucho esfuerzo e importantes sacrificios, la recompensa es más que merecida. Suena pedante, pero ingresaron como una panda de chavales y salen hechos unos hombres, listos para incorporarse a las unidades de la Flota y poner a prueba todo lo aprendido y, lo más importante, practicado.
Alférez de navío
«Haría cualquier cosa por recuperar la juventud... excepto hacer ejercicio, madrugar, o ser un miembro útil de la comunidad»
— Oscar Wilde —
Veintidós añitos. Puede que veintitrés o veinticuatro. A mediados de agosto te incorporas a tu primer destino, todo un oficial hecho y derecho. En teoría.
Unos días antes de recibir despacho, el comandante de brigada les ha pasado a los alféreces de fragata un listado. En él se encuentran los destinos a los que pueden optar. Uno para cada uno. Por estricto orden de antigüedad, que viene determinada en gran medida por las notas que han ido sacando, eligen el barco en el que pasarán los próximos dos años. En esta ocasión, la oferta se limita a los barcos «grandes», los que componían la antigua Fuerza de Acción Naval: fragatas, anfibios y petroleros. Algún año han salido plazas para los BAM, pero no es habitual.
El día que te presentas en el barco, lo normal es que seas un manojo de nervios. Supongo que pasa en todos los trabajos. Has tenido la suerte de pasar unos meses en otro barco, de prácticas, pero ya no es lo mismo. Ahora se espera que vueles solo y sin supervisión, al menos, en algunas cosas.
El papel de cada flamante oficial en el barco puede variar mucho. Pasarán asignados a uno de los tres servicios y normalmente serán oficiales (jefes) de uno de los destinos de esos servicios. Los más comunes son:
Sistema de Combate: CIC, Electrónica o Artillería (estos últimos dos bajo la bota de un teniente de navío oficial de destino).
Control del Buque: Maniobra o Puente.
Máquinas: Seguridad Interior (los bomberos), Electricidad, Propulsión o Auxiliares.
En función del tipo de barco y la distribución de oficiales, las opciones pueden variar bastante, pero es una idea general basada en una fragata, que es el barco más común.
Su función administrativa será encargarse del buen funcionamiento de ese destino, apoyándose mucho en sus suboficiales y dejándose guiar por los tenientes de navío oficiales de destino o jefes de servicio. Sus compañeros de un año más, sobre todo los del mismo servicio, también suelen ser un apoyo importante los primeros meses.
¿Y en la mar? Pues en la mar su función principal es ejercer de oficiales de guardia en el puente. En otras palabras: conducir. No con las manos en la caña, claro, pero dirigir el barco. Esto también les suele convertir en jefes de uno de los dos controles en los que se divide el barco de forma operativa: Plataforma y Operaciones. El jefe del control de Operaciones suele ser un teniente de navío que monta guardia en el CIC y que, además, asume las funciones de comandante de la guardia. El oficial de guardia en puente hace de jefe del control de Plataforma, respondiendo ante el comandante de la guardia por el puente, máquinas, la guardia interior y cubierta. Los jóvenes oficiales, sobre todo los del servicio de Sistema de Combate, también pueden montar guardia en el CIC, realizando las tareas más sencillas.
En la situación de zafarrancho de combate, con el barco en su máximo grado de alistamiento, los titulares ocupan los distintos puestos. Normalmente los alféreces de navío se desempeñan como jefes de los grupos de bomberos (jefe de trozo), y auxiliares en varios puestos que suelen estar en el puente y el CIC, como la coordinación de la defensa cercana del buque con armas ligeras, mantener comunicaciones en circuitos clave tanto interiores como exteriores y un largo etcétera. Algunos cursos, como el de Seguridad Interior o el de controlador de helicópteros, les habilitan para montar en determinados puestos, en los que serán los máximos responsables a pesar de su juventud.
En puerto montarán guardia solos, siendo completamente responsables ante el comandante del buen funcionamiento del barco tanto en puerto base como fuera de ella.
¿Y qué hace el barco durante esos dos años? Pues los barcos de la Armada funcionan por ciclos operativos que duran, más o menos, dos años. Por tanto, los alféreces de navío suelen vivir un ciclo entero, aunque cada uno (cada barco) lo empieza en un punto distinto. Los ciclos incluyen un periodo grande de mantenimientos, que puede llegar a requerir sacar el barco del agua; continúan con una fase de alistamiento y adiestramiento general, en la que se va preparando el barco; siguen con el adiestramiento específico y la calificación operativa (CALOP), un durísimo examen de un mes que la propia Armada le pasa al barco; y finalizan con el periodo en el que el barco está disponible para «ir a la guerra», en el que se suele incluir un despliegue de entre cuatro y seis meses, complementado con la participación en ejercicios internacionales de gran entidad y «alertas» durante las que el barco está listo para salir ante cualquier circunstancia. No todos los barcos despliegan en cada ciclo, necesariamente, pero la mayoría sí.
¿A dónde despliegan los barcos? Pues las fragatas clase Santa María están yendo a Atalanta y las clase Álvaro de Bazán se suelen integrar en las agrupaciones permanentes de la OTAN (SNMG1 y 2). Los anfibios y petroleros son más difíciles de predecir, pero también participan en esas operaciones y otras. Vaya por delante que esto son pinceladas muy gruesas y que, desde luego, cambian con el paso de los años.
¿Y qué pasa después de dos años? Pues que toca cambiar de destino.
Tras dos años en un barco «grande» toca irse a uno pequeño, por lo general de los que conforman la Fuerza de Acción Marítima. Estos son, en su mayoría, patrulleros (incluidos los BAM, excepto el Albatros), aunque también salen plazas en cazaminas, el Elcano (¡sí, puedes volver! ¡y de oficial!), el Hespérides, remolcadores, transportes ligeros, Alerta y no sé si me dejo alguno…
Una vez más, aunque esta vez de forma más oficial, toda la promoción pide por orden.
Pero antes de pedir barcos, tenemos que «quitarnos de en medio» a unos pocos. Tranquilos, solo los vamos a mandar a otros destinos. Tras el segundo año, es el momento que aquellos que se deciden por una carrera menos digna (es broma), se desmarquen. Antes de que el grueso de la promoción elija nuevo barco, todos los que quieran ser pilotos (4 o 5 plazas), submarinistas (3 o 4), hidrógrafos (2), buzos (2), operadores especiales (1) o «sabios» (1) (nuestros científicos que trabajan en el Observatorio de la Marina), tienen que decantarse por esa opción. Todo el mundo puede hacerlo (cumpliendo los requisitos, que pueden ser pruebas físicas o médicas), como siempre, por estricto orden de antigüedad. Todos ellos pasarán el siguiente año cursando su respectiva especialidad, y luego serán destinados a las unidades en las que ejercerla: Flotilla de Aeronaves, submarinos, barcos hidrográficos, unidades de buceo, Fuerza de Guerra Naval Especial o Real Observatorio de la Marina.
Una vez que toda esta gente ha «puesto el intermitente», a los que quedan les toca elegir barco. El 1 de agosto, pasan destinados a su nueva unidad. Puede parecer un cambio trivial pero, por lo general, no lo es en absoluto. En el primer destino, los alféreces de navío tienen, mínimo, un teniente de navío (o incluso capitán de corbeta) jefe de servicio. En muchos casos, incluso un teniente de navío en el mismo destino que ellos. En los nuevos barcos, no solo no tendrán un teniente de navío por encima, sino que en muchos casos ellos mismos serán jefes de servicio. De repente, pasas a ser uno de los más modernos de quince o veinte oficiales a convertirte en el cuarto o quinto oficial del barco. ¡Contando a comandante y segundo!
El trabajo en el barco en sí varía bastante en función de la plataforma (no se hace lo mismo en el Elcano que en un cazaminas, ni en un BAM que en el Hespérides), pero por lo general puede ser parecido al de los primeros dos años, solo que haberte dedicado a una cosa no te asegura volver a llevar los mismos destinos. La jefatura de Máquinas siempre está en manos de un teniente de navío, incluso en los barcos más pequeños, pero los alféreces de navío pueden llegar a ser jefes de cualquiera de los otros tres servicios en muchos de los barcos a los que van. Y sí, he dicho tres, porque en muchos de los barcos pequeños no hay intendentes y es un alférez de navío el que asume las funciones de oficial de Cuenta y Razón, encargándose del Aprovisionamiento, la Habitabilidad y el servicio Económico-Administrativo.
El régimen de los barcos también es parecido, con ciclos de dos años en la mayoría, aunque algunos como el Elcano o el Hespérides tienen particularidades por razones obvias. Las navegaciones varían mucho. Los cazaminas se integran en las agrupaciones permanentes de la OTAN (SNMCMG1 y 2), además de las campañas nacionales. Los patrulleros, BAM incluidos, hacen patrullas nacionales y se turnan para ir al despliegue africano en el golfo de Guinea. El Elcano hace un crucero al año.
Y antes de que te quieras dar cuenta, los dos años han pasado, llega julio y… ¡asciendes!
Teniente de navío
«La edad madura es aquella en la que todavía se es joven, pero con mucho más esfuerzo»
— Jean-Louis Barrault —
De repente, eres teniente de navío. El mismo empleo que tu comandante de brigada en la Escuela. El empleo de los que más saben en el barco. Un empleo en el que hay tíos con cuarenta tacos y quince o más de servicio. Y ahora eres uno de ellos.
Tranquilo.
Te vamos a dar un año de colchón.
Durante los últimos meses de alférez de navío, a tu promoción le han sacado las plazas de la especialidad complementaria. A los que quedan, claro; los del intermitente estarán ejerciendo la suya. ¿Qué opciones hay? Tres: Sistemas de Combate (SC), Tecnología de las Comunicaciones y la Información (TCI), y Control de Plataforma (CP). Básicamente, una para cada uno de los servicios que llevan los oficiales de Cuerpo General: Sistema de Combate, Control del Buque y Máquinas, respectivamente.
Como siempre, se elige por antigüedad. A estas alturas queda, aproximadamente, dos tercios de la promoción, y ya vamos viendo la importancia que tiene el número de escalafón obtenido en la Escuela: afecta de forma directa a las posibilidades de cada uno durante los siguientes quince años.
Los oficiales SC pasarán destinados a una fragata a encabezar uno de los destinos de Operaciones: Artillería, Electrónica o Armas Submarinas, normalmente. Los TCI serán jefes de Comunicaciones de un barco, cargo que en algunos barcos se comparte con el de jefe del servicio de Control del Buque. Los de Máquinas serán jefes de Máquinas en los barcos más pequeños y oficiales de Propulsión o alguno de los otros destinos en los más grandes.
En septiembre empieza el curso. Las tres especialidades se cursan en la Escuela de Especialidades Antonio de Escaño, en Ferrol, aunque no se comparten asignaturas. Es una época chula, porque te vuelves a encontrar con compañeros a los que hacía años que no veías (o veías de boda en boda) y ser alumno, aunque estos cursos no son moco de pavo, siempre es en parte más relajado, ya que no tienes responsabilidad alguna más allá de aprobar.
Las asignaturas que se cursan están, como es lógico, relacionadas con las especialidades de cada uno. Los de SC estudian los sensores y sistemas de armas (desde una perspectiva técnica; la táctica vendrá después), los de TCI mucha informática y algo de comunicaciones (radio y satélite, principalmente), y los de Máquinas pues eso.
Más o menos en marzo, los alumnos de las tres especialidades se mudan a Rota y pasan a depender del Centro de Instrucción y Adiestramiento de la Flota, donde cursan la fase táctica de la especialidad. En mi época, esta fase era más intensa para los SC y más breve para los demás, pero ahora todo el mundo hace lo mismo. En el CIA se estudian las tácticas, técnicas y procedimientos que se aplican en la guerra naval moderna. Los tres pilares son la guerra antisuperficie, la antiaérea y la antisubmarina, siempre complementados por la omnipresente guerra electrónica. Pero también se estudia guerra anfibia, inteligencia, coordinación aérea y un largo etcétera.
En julio, terminas el curso y recibes tu nueva especialidad complementaria, que te certifica como experto en una de las tres ramas de los barcos. Otra vez (sí, otra), se elige destino por antigüedad, aunque cada uno las de su especialidad, claro. Las plazas son las que mencioné más arriba: los SC generalmente a fragatas y el resto más repartidos. Este destino es de tres años, el más largo que has tenido hasta el momento y, para muchos, el más largo de su carrera.
El trabajo a bordo ya lo hemos comentado y el ciclo operativo de los barcos también; dependerá de cada plataforma. Pero hay un cambio muy sustancial. Lo notas nada más embarcar. Eres teniente de navío y eso lo cambia todo. En el primer destino de alférez de navío, aunque llegaste a tener mucha responsabilidad, te seguían viendo como a un chaval (y lo eras) con mucho que aprender (muchísimo). En el segundo destino, aun siendo uno de los pilares del barco, seguías teniendo menos experiencia que muchos de tus subordinados y tu comandante te seguía viendo como un chaval.
Pero ahora todo cambia. Ahora se espera que seas uno de los tíos que más sabe y más experiencia tiene en el barco… aunque estés recién llegado. Los jefes de servicio no son más que unos años más antiguos que tú, si es que no eres jefe de servicio tú mismo y, por muy buena relación que tuvieras con los tenientes de navío cuando eras alférez de navío, no es lo mismo. Y el comandante te escucha. Asume que dominas tu parcela. Así que ya te puedes poner las pilas para dominarla, porque tus decisiones y tus recomendaciones impactarán directamente en la operatividad del barco.
En la mar es posible que seas comandante de la guardia y TAO (oficial de acción táctica), siendo la voz del comandante cuando este no está presente. Si no es en el primer año, es probable que pase en el segundo o el tercero. De repente, te das cuenta de la importancia de haberte bregado en aquel barco pequeño de tu segundo destino. Te ha dado tablas. Y lo fundamental que fue todo lo que te enseñaron los tenientes de navío en tu primer destino. Sin apenas ser consciente del cambio, te has transformado en uno de ellos. Ahora son los alféreces de navío los que atienden a tus explicaciones. Ahora es a ti a quien escuchan atentamente suboficiales y cabos primeros con treinta años de servicio. Pero todo eso tiene un precio. Hay que saber mucho y decidir bien.
Aunque parezca mucho tiempo, los tres años pasan volando. Y, de repente, toca elegir destino otra vez. Y sí, se vuelve a pedir por antigüedad, pero la cosa cambia. Ahora ya no hay unas plazas guardadas para tu promoción, como hasta el momento, sino que las plazas que salen son para todos los tenientes de navío (excepto los que están en su primer destino). Al ser el empleo más largo (ocho o nueve años), eso significa que hay otras tres o cuatro promociones (todas más antiguas) que también piden destino. ¿Significa que todos esos oficiales te pueden pisar las plazas? No. Muchos no podrán pedir, por no haber cumplido el tiempo mínimo en el destino en el que se encuentran, y otros no querrán pedir, decidiendo quedarse donde están. Para complicar más las cosas, no salen todas las plazas juntas, sino que hay dos, tres o hasta cuatro o más publicaciones de vacantes, espaciadas varios meses pero todas para plazas que se cubren en verano. Puedes decidir asegurar pidiendo en la primera una plaza que no te fascina o jugártela a la última y quedarte sin nada que te guste.
¿Y qué opciones se abren ahora? Pues todo el abanico. Bienvenido al mundo de los mayores: puedes pedir destino en prácticamente cualquier unidad de la Armada. Puedes intentar quedarte en un barco, aunque no en todos será fácil. Ahora ya sí, casi con total seguridad, serías jefe de servicio. Puedes ir destinado a un Estado Mayor (escuadrillas, Cuartel General Marítimo de Alta Disponibilidad, Fuerza de Acción Marítima, Flota, Cuartel General, etc.), a una escuela, al Centro de Evaluación para el Combate (CEVACO) e, incluso, empezar a optar a plazas en el ámbito conjunto. Estas últimas están prácticamente todas en Madrid y uno de los perfiles más demandados es el de TCI, para el ámbito ciber. También puedes pedir la secundancia de algún barco (patrulleros, cazaminas y demás barcos «pequeños»); aunque lo normal sería que te lo pisase alguien más antiguo, se han dado casos.
Cabe mencionar que en esta época salen tres cosas que solo son para la promoción que termina el primer destino de teniente de navío. Una es ser TACCO-Navegante (digamos que como el coordinador táctico, encargado del cumplimiento de la misión; el piloto «solo» vuela) de los aviones de patrulla marítima P-3M Orión. Como los van a dar de baja, ya no salen plazas, pero supongo que volverán a salir para sus relevos dentro de unos años. Solían salir dos plazas. Otra es ser controlador táctico de aviones en la mar (una o dos plazas). Estos señores son controladores de interceptación, pero desde un barco. Ya sea con nuestra aviación embarcada o con aviones que vengan a apoyarnos desde tierra, los CTAM son los encargados de dirigirlos desde su consola en el barco. Destinados en el Grupo Aéreo Embarcable de la FLOAN, se incorporan a los barcos en las navegaciones en las que estos lo necesitan. La tercera opción es la de operador de aeronaves tripuladas remotamente (una o dos plazas). Piloto de drones, para entendernos. Destinados en la 11ª Escuadrilla de Aeronaves, vuelan el Scan Eagle. Estas tres opciones conllevan un(os) curso(s) de distinta duración y, a continuación, un desempeño de tres o cuatro años ejerciendo lo aprendido. Lo bueno que tienen es que solo compites con tu promoción por ellas.
Llegados a este punto he de recordar que todo lo que cuento es orientativo, general y susceptible a cambiar. Por ejemplo, tanto los TACCO-Navegantes como los CTAM hace unos años hacían el curso después del primer destino de alférez de navío.
El trabajo en estos destinos, como es lógico, varía muchísimo de unos a otros. Por resumir lo que es más nuevo, en los Estados Mayores se apoya al mando (almirante o capitán de navío, normalmente) que suele tener bajo su bota una escuadrilla o más de barcos. CEVACO es el organismo encargado de certificar que los barcos están listos para irse de misión, lo que se hace, resumiendo mucho, mediante un examen de un mes de duración en el que se pone al barco en las situaciones más demandantes que se podría encontrar. En las escuelas se trabaja de profesor y/o comandante de brigada, y en algunas se tienen responsabilidades relativas al desarrollo de doctrina.
Si alguno ha echado cuentas, se habrá percatado de que este no será el último destino de teniente de navío. Casi con total seguridad habrá uno más antes de ascender. Las opciones son las mismas, con la particularidad de que, al pedir en el sexto o séptimo año de empleo, hay muchas más papeletas de conseguir ir destinado a donde uno quiere. Uno de los destinos típicos de teniente de navío antiguo es el de segundo comandante.
Como particularidad, la promoción que está en su séptimo año de empleo tiene la posibilidad de mandar. La Armada mantiene siete barcos mandados por tenientes de navío: Tabarca, Medas, Tagomago, Cabo Fradera, La Graña, Toralla y Formentor. Hay un par de pequeños barcos más que sigue mandando personal de la antigua escala media y que podrían engrosar esta lista a medida que desaparece el personal de esa escala. Y, por primera vez, estas plazas no se otorgan por antigüedad. Todos los miembros de la promoción (bueno, los que piden, pero prácticamente todo el mundo pide) entra en un proceso de evaluación que tiene en cuenta multitud de factores: informes personales, medallas, idiomas, tiempo en determinados destinos, tiempo en misiones internacionales, titulaciones civiles y… sí: el número de promoción de la Escuela. Pero lo que más cuenta, con diferencia, son los informes que han ido emitiendo los jefes de los susodichos una vez al año desde que salieron de la Escuela. Tras aplicar las fórmulas correspondientes, los interesados quedan ordenados (solo a efectos de pedir mando; la antigüedad se mantiene) y eligen. Además de los siete barcos, hay dos plazas en la Escuela Naval Militar que tienen consideración de mando: comandante de brigada de la primera brigada y comandante de brigada de la 11-12 brigada (conjunto de aspirantes de Intendencia, Ingenieros y con titulación).
Por supuesto, estas son de las plazas más deseadas (al menos, los siete barcos): poder ser comandante con 33-34 añitos. Pero solo hay siete plazas para una promoción de 50-60, por lo que muy pocos tienen esa suerte. El mando dura un único año.
Finalmente, en uno de los últimos dos o tres años de empleo, los tenientes de navío hacen el curso de ascenso a comandante/capitán de corbeta. Y pongo «comandante» porque el curso, al menos en parte, es conjunto; es decir, se hace con nuestros compañeros de Tierra y Aire (y nuestros intendentes, ingenieros e infantes). Es un curso de un par de meses que se hace sin perder el destino, aunque tiene una potente fase a distancia anterior.
Y ya está. Al acabar el octavo año de empleo, los tenientes de navío entran en evaluación para el ascenso. Por primera vez desde que salieron de la Escuela, el escalafón va a cambiar. El proceso es parecido al de evaluación para el mando, incluyendo en la fórmula la nota del curso de ascenso, pero siguen siendo los informes lo que más cuentan. Una vez aplicada la fórmula, los oficiales quedan ordenados en un nuevo escalafón y en el mes de julio ascienden, muy aproximadamente, la primera mitad. El resto (todos o casi, casi todos) ascienden a lo largo del año.
Capitán de corbeta
«Con carácter y con talento, en el futuro podrías ascender en los despachos»
— Pierre-Augustin de Beaumarchais —
Ahora ya sí. Por fin, te llaman «mi comandante». Vaya por delante que ya llevo unos párrafos de elucubración —conforme escribo esto estoy a punto de terminar mi primer destino de teniente de navío—, pero ahora ya nos metemos en tierra ignota. Por esta razón y porque si el que está leyendo esto se está planteando una carrera como oficial, para cuando llegue a este punto habrán pasado veinte años y todo habrá cambiado, seré más breve a partir de ahora.
El empleo de capitán de corbeta se puede empezar manteniendo el destino de teniente de navío (si el destino era de doble empleo) o teniendo que pedir un nuevo destino, pero ya con el escalafón actualizado tras el ascenso. Los destinos son, más o menos, los mismos que en la última fase de teniente de navío, aunque cada vez es más difícil quedarse en un barco. Solo las F100 y los anfibios tienen capitanes de corbeta como jefes de servicio. La alternativa es ser segundo comandante de una fragata (o el Hespérides, Ysabel y los petroleros), pero eso solo son quince plazas. Para algunos, será un alivio dejar de navegar, pero otros odiarán sentarse en un despacho. Los destinos en Estados Mayores cada vez son más comunes.
A partir del primer año se está entrando en evaluación para el mando, lo que quiere decir que se manda el segundo, tercero o incluso el cuarto año (y el siguiente, pues los mandos son de dos años). El proceso es clavado al de mando de teniente de navío, con la particularidad de que ahora hay muchos más barcos: patrulleros, cazaminas, remolcadores. Sin embargo, al durar dos años los mandos, los casi treinta mandos (contando hidrográficos y submarinos, que son solo para ellos) no son solo para la promoción (de hecho, la promoción «ya no existe», al haberse mezclado en el ascenso), sino que los barcos que salgan cada año (la mitad, aproximadamente) son para un frente (una promoción o algo más). Digamos, por poner un número, una quincena de mandos por promoción.
También por estas fechas (al acabar el mando los que han mandado) se hace el famoso curso de Estado Mayor. Antiguamente se llamaba el curso de Guerra, pero vivimos en la época de lo políticamente correcto. El curso se supone que te habilita para trabajar en un Estado Mayor (curioso, cuando muchos ya lo han hecho) y lo hacen unos veinte por promoción. ¿Y el resto? Pues desde hace muy poco se han habilitado unas especialidades de segundo tramo para permitirles desarrollar lo que les queda de carrera. Con la misma duración (un curso académico) se pueden cursar E2T en Personal, Logística, Ciber o Inteligencia. Se supone que el curso de Estado Mayor es muy prestigioso y los primeros elegirán eso mientras que a los de la cola les tocarán las migajas. Pero no hay nada escrito y, sobre el papel, todos los cursos valen lo mismo.
Al finalizar el curso, se ejerce lo aprendido en un destino de dos o tres años. Tras elegir ser marino, casi con seguridad te tocará pasar tres o cuatro años (contando con el curso) destinado en Madrid.
La opción que queda por comentar en este empleo es que se empiezan a abrir plazas en el extranjero, la mayoría en destinos OTAN o UE, y algunos en puestos de relación bilateral. Algunos de los más comunes son Bruselas y Nápoles.
Capitán de fragata
«Es la responsabilidad de un viejo ser ansioso en nombre de los jóvenes. Y es el deber de los jóvenes despreciar la ansiedad de los viejos»
— Philip Pullman —
Otro proceso de evaluación (¿seis/siete años después?), otra reordenación y otro ascenso. Aquí ya se va quedando gente por el camino. No muchos, pero hay capitanes de corbeta que no ascienden. Veremos si con la tendencia que estamos viendo los últimos años de oficiales que buscan continuar su desempeño profesional fuera de las Fuerzas Armadas, deja de ser necesario dejar a gente sin ascender, pues no habría más plazas que los que se quedan. Al menos, se reducirá el número de gente que se queda dentro sin ascender. De hecho, parece lógico que esa gente busque una alternativa fuera.
El empleo de capitán de fragata transcurre de forma similar al anterior, aunque sin la posibilidad de ser segundo más que en los anfibios o en el Elcano; y sin ninguna posibilidad de embarcar como jefe de servicio. La alternativa para embarcar es ser elegido para uno de los quince mandos: once fragatas, dos petroleros, el Hespérides y el Ysabel. Una vez más, mandos de dos años que, estadísticamente, solo llegarán a los siete u ocho mejor evaluados de la promoción (recuerdo, de unos 50 o 60).
Se mantiene la posibilidad de ir al extranjero, y cada vez se pasa más tiempo en Madrid, posiblemente organismos conjuntos: CIFAS, Ministerio, MOPS, EMAD, etc. En otros sitios, Estados Mayores, escuelas como jefe de estudios, y un montón de despachos más.
Merece la pena comentar el mando de algunas «escuadrillas». La única que lo es realmente es la de cazaminas; las demás son las jefaturas de patrulleros de las distintas zonas: Cádiz, Ferrol, Cartagena y Las Palmas.
Capitán de navío
«La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede»
— Aldous Huxley —
Y otra evaluación. Y otra reordenación. Y otro ascenso, al menos para la mitad o menos de aquella promoción ilusionada que intentó desfilar de paisano tras cruzar Carlos I. Han pasado otros seis o siete años desde el ascenso a capitán de fragata y algunos elegidos han alcanzado lo más alto del escalafón… al menos, del escalafón de los mortales.
Poco que decir de este empleo. Más Estados Mayores, más Madrid, más despachos. Solo cuatro barcos para mandar: los tres anfibios y el Elcano. También las escuadrillas de escoltas.
En el extranjero, se abren las agregadurías de Defensa en algunas embajadas, entre las que la Armada suele tener Reino Unido, Chile, Perú o Australia, por ejemplo. En territorio nacional, las comandancias navales, remanentes de la antigua distribución territorial de las FAS, ofrecen un puesto de representación en ciudades costeras tan espectaculares como Santander, Málaga o Palma.
Y, para la mayoría de la gente, este es el final de la carrera. Dependiendo de la normativa en vigor en el momento, en función de la edad y del tiempo en el empleo, se pasa a la reserva. Pongamos alrededor de los sesenta o un poco antes, por decir algo.
En la reserva se puede uno quedar en casa, perdiendo todos los complementos del sueldo, claro; o pedir un destino de la reserva. Estos pueden ser destinos de profesor, relacionados con actividades sociales o culturales (comisiones de regatas, clubes sociales) o en las residencias logísticas.
Unos años después, jubilado y para casa. Con la íntima satisfacción del deber cumplido. Con el orgullo de haber entregado una vida de servicio a España y de haber influido en las vidas de miles (sí, he dicho miles) de personas a lo largo de tu carrera. Piénsalo: en el primer destino llevabas la gestión de personal de todo el servicio. Más de cincuenta personas. Eso solo el primer año.
Contralmirante
«Junto a la excelencia, viene el reconocimiento»
— William Thackeray —
Pero ojo. Que unos pocos, muy, muy pocos, tienen bonus track.
Algunos elegidos hacen un curso de ascenso a oficial general durante el empleo de capitán de navío. De esos, un puñado tienen la suerte de ascender. El proceso es, en teoría, similar a los anteriores, con la diferencia que en este solo se eligen dos o tres de todos los evaluados y que los nombramientos se refrendan en Consejo de Ministros.
La Armada tiene, actualmente, nueve contralmirantes en activo en su estructura: el secretario general del Estado Mayor (SEGEMA), el segundo comandante del CGMAD, el almirante de comunicaciones y sistemas de información (AJECIS), el almirante comandante del Mando Naval de Canarias (ALCANAR), el jefe de Estado Mayor de la Flota (JEMFLOT), el comandante del grupo anfibio y de proyección (COMGRUPFLOT), el almirante de la División de Logísitica del EMA (ADIVLOG), el almirante jefe de Servicios y Asistencia Técnica (AJESAT) y el almirante director de Enseñanza Naval (ADIENA). Junto a estos, hay otros puestos en la estructura conjunta o en el extranjero, que en el momento de escribir este artículo eran seis. En total, quince contralmirantes.
Suponiendo que cada uno esté cuatro años en el empleo, esto hace unos cuatro ascensos al año, lo que nos da una idea de cuántos almirantes hay por promoción. Claro que puede haber ocho de una y ninguno de la siguiente.
Si no han ascendido a los cuatro años, pasan a la reserva.
Vicealmirante
«Alcanza la excelencia y compártela»
— Ignacio de Loyola —
Un pasito más. Solo para algunos.
En el momento de escribir estas líneas, la Armada tiene en su estructura a los siguientes vicealmirantes en activo: Director de Personal (ADIPER), jefe del arsenal de Ferrol (ALARFER), comandante del CGMAD (COMCGMAD), almirante de la División de Planes (ADIVPLA), jefe del arsenal de Cartagena (ALARCAR), jefe del arsenal de Cádiz (ALARDIZ), jefe de la Fuerza de Acción Marítima (ALMART) y director de Sostenimiento (ADISOS). Ocho, que sumados a los seis en el ámbito conjunto y el extranjero, hacen catorce.
Solo pueden estar en este empleo hasta que hacen siete años de su ascenso a contralmirante. Si no han ascendido antes, pasan a la reserva.
Almirante
«La carrera por la excelencia no tiene línea de meta»
— Mohammed bin Rashid Al Maktoum —
Ya está. Bueno. Casi. Pero pocos podían soñar con llegar aquí. Hay cuatro almirantes en activo en la estructura de la Armada: jefe de personal (ALPER), de la Flota (ALFLOT), del apoyo logístico (AJAL) y segundo jefe del Estado Mayor de la Armada (2ºAJEMA). Ahora mismo, tenemos uno más en el ámbito conjunto: el director general de Armamento y Material (DGAM).
En este caso, pasan a la reserva al cumplir los diez años desde el ascenso a contralmirante.
Almirante general
«El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio; el llegar tarde a su obligación, aunque sea de minutos; el excusarse con males imaginarios o supuestos de las fatigas que le corresponden; el contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna, y el hablar pocas veces de la profesión militar, son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas.»
— Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas —
Solo hay uno: el almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, el jefe de nuestra marina de guerra. Su misión es preparar a la Flota para ponerla a disposición del órgano conjunto, que es el que la emplea.
El nombramiento solía venir ligado a los cambios de Ejecutivo, aunque llevamos unos años un poco movidos. Por tanto, el cargo solía ser de cuatro años, eligiéndose a uno de los almirantes en activo.
Cabe la posibilidad de que haya dos almirantes generales si el JEMAD (jefe del Estado Mayor de la Defensa; segunda autoridad del Ministerio) es de la Armada, como actualmente. La tradición dicta que los tres ejércitos se turnen en este puesto, que también suele cambiar con los gobiernos.
¡Y hasta aquí la carrera del oficial de la Armada! Espero que te haya resultado curiosa y entretenida y, si llegaste aquí planteándote si esto era para ti, espero haber resuelto tus dudas. Por favor, recuerda que esto no es más que un brochazo muy gordo de una carrera que tiene mil variables e infinitas posibilidades. También, si estás en ese caso, tengo unas últimas palabras para ti.
Es el trabajo de tus sueños. Si te gusta. No hay nada más bonito que defender España desde la mar. Las oportunidades que te ofrece la Armada no las encontrarás en ningún otro sitio. En ningún otro trabajo habría vivido experiencias ni remotamente parecidas a las que he vivido en mis más de doce años de servicio. Y las que me quedan. Puertos exóticos, oportunidad de liderar a gente, de tener impacto en tu trabajo diario, conocer gente, desenvolverte en ámbitos internacionales y protocolarios y un larguísimo etcétera. No te voy a engañar: es sacrificado. Pero es que no es solo un trabajo. Como me decía uno de mis brigadieres: hemos elegido vivir enamorados.
Si te ha gustado el artículo, apuntándote aquí te avisaré de cuando publique el siguiente. Dudo que encuentres otro sitio en el que aprender de primera mano cómo es la Armada. También tengo una serie de libros en las que reflejo el día a día a bordo de uno de nuestros barcos, aunque por razones de la trama, es un barco privado. Pero todo a bordo se hace como en los buques de la Armada. Échales un vistazo aquí.
¡Un saludo, dotación!